No es posible explicar los vaivenes de la política italiana en los últimos años sin mirar a la inmigración. Las llegadas de decenas de miles de personas a Sicilia o Lampedusa crearon un campo fértil para el discurso antinmigración del líder de la ultraderechista Liga, Matteo Salvini, que se aupó en él para llegar al Ministerio del Interior en 2018. Desde allí, aplicó una dura política de «puertos cerrados» y se enfrentó a las ONG de rescate, a las que multaba e impedía desembarcar durante días.
Cuatro años después, Italia decidirá su futuro Gobierno en unas elecciones en las que la inmigración ha vuelto a situarse en el centro del debate. Salvini y Giorgia Meloni, líder de la formación de extrema derecha Hermanos de Italia y favorita en las encuestas, compiten por capitalizar el discurso contra la inmigración ilegal. Mientras el primero apuesta por reforzar los «decretos de seguridad» que puso en marcha en su paso por el Ejecutivo, la segunda plantea un polémico «bloqueo naval» que ha puesto en alerta a las organizaciones humanitarias.
Más allá del debate político, sobre el terreno, en los puertos del sur del país, las organizaciones humanitarias siguen enfrentándose a problemas con la administración a la hora de rescatar a personas en el Mediterráneo. «La normalidad no ha existido en los últimos cuatro años, porque lo normal sería que el Estado se encargara de las misiones de rescate, y no la sociedad civil», explica Francesco Creazzo, de la ONG SOS Mediterranée.
«Los obstáculos a las ONG se han mantenido o incluso han aumentado»
Su organización es la que, junto a Médicos Sin Fronteras, rescató con el barco Aquarius a 630 personas en 2018. La nave llegó a Valencia después de que Malta e Italia, donde Salvini se estrenaba como ministro, no permitieran que desembarcara en su territorio. Aquel simbólico rescate desató una campaña del Gobierno italiano contra estas organizaciones, que culminó con la retirada de la bandera del barco, que no pudo volver a operar.
Una legislatura y dos gobiernos después, Creazzo cree que la situación no ha mejorado. «La forma de hablar es muy diferente, pero los hechos no tanto», asegura, y pone un ejemplo: «El tiempo de espera en el mar entre el rescate y la autorización para desembarcar es de 11 días de media», un tiempo más largo con la actual ministra del Interior, Luciana Lamorgese, que con su antecesor Salvini.
Coincide con él Sergio Scandura, periodista de Radio Radicale que lleva años trazando las rutas de los barcos que van a la deriva en el Mediterráneo «porque la Guardia Costera no dice nada». «En realidad, los obstáculos a las organizaciones de rescate se han mantenido o incluso han aumentado, solo que en vez de ser de tipo penal son administrativos», señala.
Tras la caída de Salvini en 2019, sus antiguos socios del Movimiento Cinco Estrellas pactaron un nuevo Ejecutivo con el centroizquierda del Partido Democrático, dirigido por el mismo primer ministro, Giuseppe Conte. El líder de la Liga fue apartado y sustituido por Lamorgese, considerada una figura técnica y centrista, que se ha mantenido también en el Ejecutivo posterior, encabezado por Mario Draghi.
Estos gobiernos de distinto signo «han cabalgado sobre la fake news del efecto llamada», denuncia Scandura. A pesar del discurso que sostiene que los rescates de las ONG provocan que más migrantes se echan al mar, el periodista recuerda que solo un 17% de ellos llegan en barcos de organizaciones, mientras que la gran mayoría lo hacen autónomamente, pagando a las mafias de tráfico humano.
«Salvini no inventó nada»: los controvertidos acuerdos con Libia
Con sus dos «decretos de seguridad», el líder de la Liga abolió la protección humanitaria para los migrantes, cerró los centros de acogida para solicitantes de asilo e impuso multas de decenas de miles de euros a las ONG que violaran la prohibición de entrada en aguas italianas. Pero «desde el punto de vista de las acciones prácticas en el Mediterráneo, Salvini no inventó nada», apunta Nello Scavo, periodista del diario Avvenire que ha cubierto durante años la crisis migratoria.
«Convirtió la inmigración en un caballo de batalla para ganar la atención de la opinión pública, y ciertamente hubo hechos muy graves, pero aquello fue posible porque ya había leyes y acuerdos previos que habían abierto el camino», relata. Fue en 2017, durante el Gobierno de izquierdas de Paolo Gentiloni, con Marco Minniti como ministro de Interior, cuando Italia pactó con las milicias de Libia, entonces inmersa en una guerra civil. En aquel momento se creó la llamada zona SAR -zona de rescate- libia, un área en la que las autoridades de este país serían las que se encargarían de salvar a los migrantes.
Scavo ha destapado en varias investigaciones periodísticas «la tortura y los abusos» a los que se ven sometidos los migrantes africanos en las cárceles libias, en las que llegó a infiltrarse, y los acuerdos entre la política italiana y las mafias de tráfico de personas libias para controlar las salidas de barcos desde este país norteafricano. «Este tema es el gran ausente durante la campaña. Nadie habla de ello», denuncia. El reportero vive desde 2019 con protección policial por las amenazas recibidas tras publicar estos hechos.
Las ONG acusan al Gobierno italiano de incumplir con el derecho internacional, que obliga a trasladar a los náufragos en el mar a un puerto seguro. «Recordemos que el presidente Draghi ha ido a Libia a agradecer la labor de su Guardia Costera, que lo que hace es devolver a las personas un lugar donde sufren torturas sistemáticas. Eso no es un lugar seguro», incide Creazzo.
El portavoz de SOS Mediterranée reivindica además que antes de 2017 las organizaciones y la Marina italiana llevaban a cabo los rescates de manera coordinada. «Los recursos de las ONG se consideraban fundamentales en la Guardia Costera. Esta involución y criminalización en los últimos años ha sido política, antes nos consideraban los ‘ángeles del mar'», recuerda.
La marcha atrás de Meloni sobre el «bloqueo naval», un punto de inflexión
Los acuerdos con Libia no están en los programas electorales de los principales partidos que se presentan este domingo a las elecciones, pero sí que aparece extensamente la inmigración en los de las formaciones de la derecha, que previsiblemente ganarán de forma holgada las elecciones.
La propuesta que más titulares ha acaparado en Italia es la del «bloqueo naval» de Meloni, una especie de control en el mar para evitar las salidas de barcos desde Libia. Sin embargo, tras años defendiéndola como su medida estrella, en las últimas semanas la ha reformulado para explicar que lo que pretende es más bien de una misión europea de vigilancia en las costas africanas.
«Es una falsedad, no es realizable desde el punto de vista técnico ni del derecho internacional», resume Scavo, que cree que el cambio de postura la líder ultraderechista ha supuesto un «punto de inflexión», ya que «ha reconocido que este problema no se puede afrontar con eslóganes fáciles». «Son 2.500 kilómetros de costa, ni siquiera la sexta flota de Estados Unidos podría controlarlo», ironiza Scandura, por su parte.
Salvini, por su parte, saca pecho del descenso de llegadas de migrantes en sus dos años en el Gobierno, aunque el periodista de Radio Radicale recuerda que se debió en gran parte al recrudecimiento de la guerra civil libia. En 2022, los números han vuelto a subir y las imágenes del centro de acogida de Lampedusa periódicamente sobrepasado ha llevado a la coalición de derechas a proponer en su programa la creación de otros centros similares «en territorios extraeuropeos» gestionados por la UE.
Mientras, mantienen su guerra contra las ONG, que Luigi di Maio, exministro de Exteriores y antiguo líder del M5S definió como «taxis del Mediterráneo». En el programa de Hermanos de Italia se propone también «luchar contra las actividades de las ONG que favorecen la inmigración clandestina».
Según Scavo, la insistencia de los partidos de la derecha sobre la inmigración y la inseguridad ciudadana responde a la estrategia de «crear el caos para presentarse como candidatos a gobernar el caos». Asegura que el problema de los inmigrantes irregulares en territorio italiano lo creó el propio Salvini, que tras eliminar la protección humanitaria y cerrar centros de acogida provocó que «cientos de personas se encontraran de un día para otro sin un lugar donde vivir». Señala, además, que el problema no desaparecerá una vez pasen las elecciones, ya que siguen siendo las milicias libias las que controlan «los flujos migratorios y los tiempos», y no cree que el futuro Ejecutivo pueda tener la fuerza suficiente para dialogar con ellos.