Eduardo Rodríguez, primer venezolano en la escuela Fratelli Tutti del papa Francisco

Eduardo Rodríguez recibió su primera clase de la escuela Fratelli Tutti el 25 de noviembre, en Roma. Fue dictada en un claro español por el jefe de la iglesia católica, el papa Francisco.

Quizás, si alguien le hubiese dicho hace veinte años que viajaría desde la parroquia La Vega hasta la tercera urbe más poblada de la Unión Europea, no lo habría creído. A los cinco, Eduardo soñaba con ser astronauta.

Hay exactamente ocho mil trescientos cincuenta y dos kilómetros entre la capital de Venezuela y la capital de Italia. Eduardo nació y creció en el suroeste de la primera, dentro del municipio Libertador del área metropolitana de Caracas, en una zona popular donde conviven un poco más de 200 mil personas y que fue el titular de las noticias en enero, por asesinatos extrajudiciales cometidos por las Fuerzas de Acciones Especiales (Faes): La Vega, conocida por sus altos índices de violencia, es su hogar.

A los 25 años, Rodríguez estudia el último semestre de Derecho en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) por medio de una beca. A finales de 2021 se convirtió en el primer y único venezolano en ser aceptado en la Escuela Política Fratelli Tutti, inspirada en el pensamiento del papa Francisco.

Miembro de Caracas Mi Convive y de los comedores de Alimenta La Solidaridad, la suya es una historia de formación, perseverancia y éxito de un joven caraqueño cuya premisa es que el esfuerzo bien dirigido rinde sus frutos.

La vocación de ayudar

Eduardo asegura que su propia realidad, la de La Vega, hizo que surgiera la vocación de servir a los demás como algo espontáneo. Fue durante su adolescencia que se dio cuenta que debía dirigir todos sus planes para ayudar a otros en su entorno. El oeste de Caracas con su falta de agua potable y precariedad económica, causó en él la mayor de las impresiones en cuanto se dio cuenta que la situación se repite en distintos puntos de la ciudad.

Actualmente, la crisis de servicios públicos es la más aguda de la historia contemporánea de Venezuela. El Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (Ovsp) realizó un estudio en doce ciudades del país, durante junio de 2021, donde determinó que solo 33,9 % de los consultados recibe el suministro de agua potable todos los días. En la parte alta de La Vega, pueden pasar hasta meses en los que lo único que surte agua es la lluvia.

«Vengo de una familia muy humilde y he vivido en carne propia todos los problemas que atraviesa nuestro país. Desde muy joven ya yo pensaba cómo podríamos hacer algo para aportar al bienestar de Venezuela. Conocí Caracas Mi Covive cuando era una iniciativa muy pequeña, en 2016. Su visión me llamó la atención, porque le dan mucha importancia a la organización comunitaria y a que la gente sea la protagonista de la solución de sus propios problemas», explica Rodríguez.

Justo entonces estaba abriendo el primer comedor de Alimenta La Solidaridad en el sector donde Eduardo vivía con su papá, mamá y hermano. Entusiasmado por la posibilidad de apoyar en la distribución de comida entre los niños más vulnerables, ingresó a trabajar y no ha cesado de hacerlo desde entonces.

Aunque confiesa que sacó su pasaporte por si tenía que salir del país debido a la crisis, actualmente está decidido a quedarse en Venezuela. El año pasado fue becario del Instituto de Paz de Estados Unidos; en aquel momento viajó a Bogotá, Colombia, para obtener una formación en resolución de conflictos comunitarios.

La postulación

Postularse en la primera edición de la Escuela Política Fratelli Tutti durante el último semestre del 2021 consistió en enviar un ensayo y un video introductorio de 60 segundos de duración. En Roma recibieron 350 solicitudes de todas partes del mundo, de las que se eligieron solo 50.

La escuela se promocionó como: «un acontecimiento pedagógico global que busca forjar una comunidad global de jóvenes procedentes de distintas regiones y culturas, unidos en su vocación de transformar el mundo y la vida de las personas a través de la política».

Eduardo no supo que había sido seleccionado hasta septiembre, cuando su familia y él mismo se contagiaron de COVID-19 en cadena. Fiebre, dolor y tos seca; todos los síntomas fueron sorteados por tres de los cuatro miembros. El cuarto, el padre de Rodríguez, no los resistió y falleció poco después de haber sido traslado a la terapia intensiva de un centro médico centinela.

«Justo el día que me enviaron el correo de que había sido aceptado por Fratelli Tutti fue el día que mi papá empeoró y que lo llevamos al hospital. No se me va a olvidar nunca. Un lunes de septiembre. Ese correo no lo pude disfrutar, tardé mucho en responderlo», indica Eduardo.

Finalmente, decidido a no perder la oportunidad, Eduardo tomó un vuelo a Italia el 23 de noviembre con todos los gastos pagos, por cuenta de la escuela. Dos días después se reunió con sus nuevos compañeros, procedentes de distintos continentes, e inició el curso de formación política, de la mano del mismo papa Francisco.

Los otros integrantes del programa, en especial los provenientes de Europa y Asia, escucharon con suma atención las historias de Rodríguez sobre la crisis venezolana. Hubo que explicar mucho y de diferentes formas, pero al final poco acabaron por entender cómo es que un país petrolero se encuentra en tan precarias condiciones, en pleno trópico sudamericano.

Para ser político se necesita un corazón sano

«El Papa dijo varias cosas acerca de la importancia de tener el corazón sano para poder ejercer la política. Además de aprender a ver a través de otros y sentir el dolor de otros», indica Eduardo. Es parte de las enseñanzas que más recuerda de esa primera clase, donde conoció en persona al mayor representante de la fe católica.

Se trataron varios temas en esa sesión introductoria. Y, finalmente, se mencionó el de los migrantes, una problemática agravada por la expansión del coronavirus en el planeta.

«Parte de los mensajes que más me impresionaron fueron los que dijo sobre los refugiados. Él mencionó que el concepto de un refugiado no es una persona que se va de su país porque quiera, sino que es una persona que se ve obligado a irse porque intenta sobrevivir. No pude sentirme más identificado», explica el joven.

Rememoró a familiares y amigos que se encuentran repartidos alrededor del globo y que agrandan los números de la ola migratoria venezolana. Esta alcanza los 5,7 millones de connacionales migrantes, que huyen de la intensa crisis económica, política, institucional y sanitaria, según la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V).

La importancia de seguir formándose en crisis

Con la imagen del coliseo y las históricas calles romanas en la mente, Eduardo Rodríguez volvió a Venezuela el martes 30 de noviembre. El programa de formación dura un año: termina en noviembre de 2022 y será dictado parcialmente a distancia.

«Creo que es una oportunidad de conectar con otras culturas y ampliar nuestra visión de lo que es el liderazgo de la mano de otras iniciativas que han sido exitosas en el resto del mundo. Uno de nuestros maestros en esta formación decía que las ideas no son más que la combinación de una serie de elementos que nunca antes se habían combinado. Y para mí es lo que representó este primer encuentro: la combinación de la visión y las realidades de 50 jóvenes. Estoy completamente seguro que de eso va a salir una nueva forma de hacer política», explica Eduardo.

Planea seguir estudiando en un futuro, aunque sea duro. Se ha esforzado por no integrar las cifras de deserción universitaria en Venezuela, que en las principales instituciones del país se calculan desde 41,53 hasta 58,61 %.

Evoca los primeros semestres de su carrera en la UCAB, donde trabajaba y estudiaba en simultáneo. Durante esos años, tomaba el metro después de terminar las clases nocturnas, para luego continuar a pie desde la estación La Paz varios kilómetros hasta su casa, en medio de una inquietante oscuridad.

«Creo que si los jóvenes queremos representar la esperanza de un país mejor, tenemos que estar bien formados. Es un esfuerzo que vale la pena. El papel que nos toca hoy a nosotros es de resistir, pero seguramente mañana el papel que tendremos será de reconstruir. Y cuando ese momento llegue habrá que estar preparados», culmina Rodríguez.

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