Néstor Ballesteros ha tocado para presidentes de gobierno y para niños. Su pasión por la música ha sido la brújula para este integrante de Jingle Django, la banda de música que hace bailar a todo un barrio, el de La Latina, en Madrid.
El madrileño barrio de La Latina se inunda de personas los domingos. Son muchos los que acuden a dar un paseo entre los puestos de la Ribera de Curtidores, es el famoso mercadillo de El Rastro. Entre la muchedumbre, bolsas de la compra y vendedores, se cuela una melodía. Es un ritmo contagioso, de esos que obligan a mover los pies inconscientemente e improvisar algún paso de baile discreto. Como si las notas proviniesen del flautista de Hamelín, resulta inevitable seguirle, buscarle desde los oídos y encontrar a los músicos entre la multitud. Su poder de convocatoria es tan llamativo como la sonrisa de los integrantes de Jingle Django, presente en cada uno de los compases de sus canciones.
Con sombrero de mafioso y puntería musical en los dedos que tocan el acordeón se puede reconocer a Néstor Ballesteros, un artista argentino que descubrió su pasión por la música con 13 años, llevándole a estudiar piano y composición en el Conservatorio de Buenos Aires, “aunque siempre tentado por la música popular que ha estado muy presente en mi trayectoria”, confiesa a IberoEconomía. Fue su pasión por la fusión la que le permitió empezar a colaborar desde joven con cantantes, participar en obras teatrales y ser el pianista y director musical de ‘Piaf’.
Gracias a este musical pudo visitar España por octava vez y, como un destello de claridad, decidió quedarse. Era 2010 y atrás dejaba la experiencia vivida en Buenos Aíres, donde incluso dio clases de piano en las escuelas de la ciudad. “En Madrid tuve la oportunidad de empezar a trabajar con Alberto Cortéz, de quien soy pianista, arreglista y director musical. He tenido una gran suerte de compartir con un compositor de raza, de esos previos incluso a Serrat”, reconoce Ballesteros.
Irónicamente, con sus primeros pasos en España fue cuando más tuvo que viajar por toda Latinoamérica. “Empezamos giras internacionales con Alberto que nos llevaron a México, Chile, Ecuador y otros países de la región”, afirma. Fue una época de grandes presentaciones en las que, incluso, actuó para el expresidente de Ecuador, Rafael Correa. “Resultó que era un gran seguidor de Alberto Cortéz, por lo que pidió que tocásemos para él cuando nos encontrábamos en el país”. Sin embargo, el tiempo no pasa desapercibido y el delicado estado de salud del cantautor ha menguado su actividad.
Mientras trataba de encontrar nuevos espacios, el músico argentino empezó a trabajar con otros artistas, al mismo tiempo que avanzaba en sus proyectos personales. Una etapa en la que, inesperadamente, le invitan a un ensayo de Jingle Django. “Fue amor a primera vista. Me encontré muy a gusto con los integrantes y con el estilo de música que tocan”, admite. La buena experiencia hizo que, unas semanas después, fuese a ver a la banda a El Rastro. “Al vivir cerca me acerqué para verles tocar. Cuando me vieron, me reconocieron y me dijeron que fuera a buscar el acordeón y me uniera a ellos. Han pasado ya dos años, pero lo disfruto igual que el primer día”.
“La primera vez que toqué en la calle fue en Canarias. La experiencia no fue tan gratificante, aunque me enseñó que la música es un instrumento universal que te permite ganarte la vida en todo el mundo. Al contrario, con Jingle Django vengo todos los fines de semana porque me sirve para recargar pilas. «Es mi misa dominical”, confiesa el argentino. El resto del tiempo lo dedica a otras actividades como ensayos, presentaciones en vivo y los proyectos que tiene en una compañía de teatro, “en donde toco en el escenario con mi disfraz y todo, aunque aún no me dejan tener ningún diálogo”, bromea.
Cómo vivir de la música
“Papá, quiero ser músico”. La frase que podría aterrar a la mayoría de los padres, sería un regalo para Néstor Ballesteros. “Desde joven me corrían con el fantasma de que la música no da para vivir. Además, tuve dos tíos que formaron parte de la banda ‘Los abuelos de la nada’, que lamentablemente no tuvieron mucho éxito, por lo que se argumentaban en este caso”, apunta. Sin embargo, precisa que “fue mi convicción la que hizo que aceptaran mi pasión y me apoyasen en los pasos que fui dando. Más aún cuando me veían cómo me ganaba la vida en distintos proyectos”.
El joven argentino reconoce que si llega a tener un hijo apasionado por la música le ayudará a capitalizar toda su experiencia dentro del sector. Néstor revela cuál es la clave para vivir entre instrumentos: “Nunca me he desempeñado en otra cosa que no sea la música. El secreto está en saber lidiar con la inestabilidad, un día estás tocando en un salón elegante frente al presidente de un país y unas semanas después aceptando cualquier otra oferta para poder pagar las cuentas”.
Otro aspecto fundamental es la capacidad para reinventarse. “Cuando hay un deseo que es inexorable y se trabaja en función de él, se terminan encontrando oportunidades”. En su caso particular, la música le permite estar “hasta en cinco proyectos fijos, incluida su presencia en Jingle Django, así como en otros alternativos”. Lejos de tener un sueldo fijo, este músico depende muchas veces de la afluencia de personas que visiten El Rastro, el clima que haga o la receptividad del público, lo que puede hacer que el dinero recolectado en un día sea muy variable, con una estimación de 100 euros por domingo.
Para Jingle Django otra forma de financiación es las ventas de su disco. “Hasta la fecha ya hemos superado los 1.000 discos vendidos, por lo que se ha solicitado una nueva tirada ante la aceptación del público”, matiza. Un ritmo que le gustaría alcanzar en la nueva obra que está preparando como solista, aunque reconoce las dificultades que se esconden detrás de esa meta.
“Estoy pensando en editar mi tercer disco en Argentina. Es un proyecto personal donde se fusiona mi formación clásica con la música popular. Es una mezcla de todo lo que he venido tocando, por lo que tiene un toque un poco esquizofrénico”, adelanta entre risas. Aunque se entusiasma con sus próximos pasos, descarta por completo abandonar Jingle Django, ya que, insiste, “es parte de mi ritual semanal”. De ahí que, para el artista argentino, El Rastro seguirá siendo el escenario desde el que su música invita a bailar a todos los que se acerquen por allí.