El restaurante de comida mexicana, con siete años en España, es un ícono de la comida tradicional a pesar de haber sufrido una estafa y el derrumbamiento de un local.
Una mujer está esperando de pie. A su espalda, una calavera sobre tres rosas y, a su lado, la bandera de México hondeando con la brisa veraniega de Madrid. La imagen permite recordar la fuerza histórica que tuvo la mujer nahua que terminaría convirtiéndose en la consejera e intermediaria del conquistador Hernán Cortés. Malinche, como llaman a Érica Bautista sus vecinos y amigos, sonríe para dar la bienvenida a su restaurante de comida tradicional. Evidentemente, nos encontramos a las puertas de La venganza de Malinche.
Cuando Malinche visitó por primera vez Madrid, por el año 2007, nunca imaginó que el enamorarse de un español le llevaría a quedarse en la ciudad. Sus planes iniciales eran los de seguir formándose tras haber culminado su licenciatura en Comercio, pero el corazón le tenía otro destino. “Comprendí que el acceso al mercado laboral era muy complejo, así como decidí comenzar un proyecto que me permitiera poder crecer profesionalmente en el país”, asegura a IberoEconomía. Así fue como, cuatro años después, nacería el primer local de La venganza de Malinche en la Calle Jardines, número 5.
Aunque no estaba relacionado con su trayectoria profesional, la pasión por la cocina está en el ADN de Bautista. “Mi abuela, por parte de papá, tenía un restaurante en Xochipala (Guerrero). Sus platos tenían mucho reconocimiento porque mi abuela tenía el sabor en las manos. Un talento que heredó mi padre”, afirma. Con las recetas familiares dentro de su cocina, comenzó su aventura por el sector gastronómico con una carta muy amplia en la que contaba con platos que, a pesar de tradicionales, escapaban de los más conocidos en el exterior de México.
Burritos, tacos y margaritas aparte, La venganza de Malinche abrió sus puertas con una oferta de pozoles, chapulines y mezcal. La amplitud de la carta les permitió captar a un público mayoritariamente mexicano que, rápidamente, se fue diversificando para también incluir a los españoles y turistas. La gran aceptación del mercado, no obstante, conllevó a la necesidad de afrontar nuevos retos. “No me encontraba en la cocina. Me resultaba muy difícil mantener el ritmo, por lo que necesité que mi esposo acudiera conmigo para ayudarme”, recuerda.
“Muchos clientes se sorprendían que, a pesar de haber sido atendidos por un español, le servían platos con el sabor de su región en México. Era cuando él tenía que admitir que estaba casado con una súper mexicana y me sacaba de la cocina para que saludase a los que preguntaban por el chef”, cuenta entre risas Malinche. El ‘boom’ del primer local, en el que invirtió unos 70.000 euros, le permitió abrir el segundo pasado un año, así como llevar la marca hasta Valencia seis meses más tarde.
En el proceso de expansión, Malinche se muda hasta Valencia. “Estuvimos muy cerca de morir de éxito”, reconoce. Durante su estancia en la nueva ciudad, comprendió que una carta tan extensa era complicada de gestionar, por lo que se realizan algunos ajustes y se busca la optimización de los procesos. “A veces pensamos que la formación sólo debe ser para los CEO y directivos, cuando realmente es fundamental para emprender. Y más aún cuando se es mujer, ya que debemos ser igual o más competitivas que ellos”, matiza.
Vencer la adversidad
Con La venganza de Malinche abriendo locales en Plaza de España y Getafe, llegó un giro inesperado de tuerca. “Nos enteramos que nos habían estafado en el establecimiento donde habíamos inaugurado nuestro segundo local (Calle de la reina) y, al poco tiempo, se desploma el edificio donde teníamos el restaurante de Getafe, teniendo dos mesas con clientes y saliendo herido uno de los empleados”, asegura Bautista.
Tras un año de litigio, La venganza de Malinche sufre un revés económico que le llevó a pasar de registrar un incremento anual del 30 por ciento en la facturación a solo cubrir los gastos de mantenimiento. A lo que se suma un proceso personal de divorcio que, evidentemente, tendría un impacto sobre la rentabilidad del negocio.
Una situación que le hace vender al grupo inversionista dos de los establecimientos (La Vaguada y Plaza Las Descalzas), así como replantearse la hoja de ruta a seguir durante los años próximos. “Habíamos perdido el norte. Así que fue necesario reenfocarnos y reconectar con los orígenes mexicanos, nuestros sabores, el color tostado de nuestra piel y el sentido del humor que tanto nos caracteriza”, afirma la fundadora.
Como los grandes, Malinche se creció en la adversidad. Con La venganza de Malinche aún en el top de la oferta gastronómica tradicional de Madrid, el proyecto suma cinco locales (tres en Madrid y dos en Valencia), así como una plantilla de 30 persona, una facturación que ya crece al ritmo del 0,7 por ciento y el lanzamiento de su propia cerveza artesanal de siete grados, “por ese ligero toque de tequila que le da sabor a la vida”, bromea Bautista.
Investigación gastronómica
La venganza de Malinche destinará los próximos dos años a un proceso de investigación de la comida tradicional mexicana, lo que le permitirá presentar una nueva oferta que, a pesar de moderna, mantenga el sabor del México más profundo. La renovación de los platos no es el único objetivo que tiene en mente la emprendedora, quien prevé lanzar su propia línea de comida mexicana enlatada “para aquellos días en los que provoca comer tranquilos en casa o para los estudiantes que cuenta con unos euros más limitados”.
Apostando por seguir creciendo, Bautista adelanta volverá a la inaugurar locales a partir del año 2020, incluso fuera de España. “Estamos estudiando una opción en Reino Unido”, afirma. No obstante, descarta que sea en Londres, debido a que “el perfil y clima de la ciudad hacen que aún no estén listos para una propuesta gastronómica que rescata todo el espíritu de un: ¡Viva México, cabrones!”.