El matrimonio surcoreanos detrás del imperio internacional de Forever 21

Forever 21
Abrieron la primera tienda al juntar 11.000 dólares en ahorros.

Poco se sabe de la cofundadora de la empresa, Jin Sook Chang, salvo que cuando llegó a Estados Unidos trabajaba como peluquera.

Do Won Chang lavó platos, limpió oficinas y trabajó como empleado de una estación de gasolina tras mudarse a Estados Unidos junto a su esposa en 1981. Con muy poco dinero en el bolsillo, aterrizaron en Los Ángeles en busca del «sueño americano» con el plan de instalar un café.

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Las ventas en el primer año llegaron a 700.000 dólares.

Pero después de tres años, cambiaron radicalmente sus planes, cuando Do Won vio otra oportunidad. «Me di cuenta que la gente que conducía los mejores autos trabajaba en la industria de la ropa», dijo en una entrevista al periódico Los Angeles Times.

Cuando consiguieron juntar 11.000 dólares en ahorros, la pareja decidió comprar una tienda de ropa que estaba a la venta cerca del departamento de una habitación donde vivían junto a los padres de Do Won.

El negocio consistía en comprar ropa al por mayor directamente a los fabricantes coreanos locales a precios muy baratos para luego venderla.

Fue así como en 1984 abrieron un negocio con el nombre Fashion 21. Pronto se dieron cuenta que estaban en el camino correcto, cuando las ventas en el primer año llegaron a 700.000 dólares.

De ahí en adelante abrieron nuevas tiendas cada seis meses y cambiaron la marca a Forever 21. Hoy es un imperio valorado en US$4.000 millones, con 790 tiendas en 48 países. Y la fortuna de la pareja roza los 3.000 millones, según las últimas estimaciones de la revista Forbes.

Comprar y vender barato

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Do Won Chang tuvo tres trabajos simultáneos antes de fundar Forever 21

Según la historia que ha contado Do Won Chang, cuando recién llegó a Estados Unidos fue a pedir trabajo a un café.

A pesar de que aún no sabía hablar inglés bien, se las arregló para que lo contrataran haciendo un turno que comenzaba a las cuatro de la mañana preparando comida y lavando platos. «Ganaba el salario mínimo, cerca de US$3 la hora», dijo el emprendedor.

Pero como los ingresos no eran suficientes, encontró un segundo trabajo en una estación de gasolina para complementar el salario. Y por la noche, un tercer empleo, limpiando oficinas.

Después de un tiempo, Do Won se fue a trabajar como vendedor a una tienda de ropa, donde aprendió poco a poco cómo se manejaba el negocio.

Siguiendo las lecciones de su jefe y cuando se sintió seguro, se lanzó a la aventura empresarial junto a su esposa Jin Sook Chang. «Incluso ahora, pero especialmente en esa época, había muchas oportunidades», comentó el empresario.

Así partió un negocio que al principio estaba dirigido a los coreano-estadounidenses, pero que con el tiempo se expandió a todo tipo de clientes y se convirtió en un imperio que hoy forma parte de la llamada «moda rápida» (fast fashion, en inglés), que implica una producción muy veloz, a precios mínimos y con materiales de baja calidad.

Juan 3:16

Poco se sabe de la cofundadora de la empresa, Jin Sook Chang, salvo que cuando llegó a Estados Unidos trabajaba como peluquera. Mantiene un perfil tan bajo que existen muy pocas fotos de ella y no está disponible para entrevistas.

Lo que se sabe es que actualmente trabaja en el departamento de marketing de la firma y que ambos son profundamente religiosos, van a misa todas las mañanas e incluso imprimen el versículo de la biblia Juan 3:16 en bolsas de la tienda.

«De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». Un mensaje poco común en el mundo del mercadeo que habitualmente prefiere no asociar las marcas a credos religiosos.

Pese a ser una empresa gigantesca, la familia Chang sigue ocupando puestos de poder en la organización. Además de los cofundadores, las dos hijas del matrimonio trabajan activamente en la firma.

Después de asistir a universidades de élite, Linda y Esther, se pusieron a trabajar tiempo completo en la compañía. Linda, la hija mayor, es la jefa de mercadotecnia y, según ha trascendido en la prensa local, la posible sucesora de su padre, mientras que Esther comparte varias responsabilidades.

Ambas, comenzaron su propia aventura empresarial: Riley Rose, un negocio de productos de belleza.

Derechos laborales y «robo» de propiedad intelectual

Forever 21 ha tenido que enfrentar disputas ante la justicia estadounidense por denuncias sobre presuntos abusos laborales en relación a extensas jornadas de trabajo y pagos inferiores al salario mínimo, acusaciones que la empresa niega.

Y en el tema de los derechos de autor, la firma ha tenido que hacer frentes a denuncias de grandes marcas y diseñadores independientes que alegan que Forever 21 copia sus diseños.

Forever 21
No todo ha sido color de rosa pues Forever 21 ha tenido que afrontar demandas por derechos laborales y propiedad intelectual.

Ha tenido que pagar miles de dólares en acuerdos judiciales para frenar las disputas y buscar la manera de evitar nuevas demandas con la incorporación de diseños propios.

Sin embargo, como uno de los objetivos de la firma es vender las últimas tendencias de la moda en el mismo instante en que las otras empresas ponen sus productos en el mercado, han tenido que enfrentar el constante desafío de sacar a la venta prendas en tiempo récord y cambiarlas regularmente, manteniendo precios insólitamente bajos.

De hecho, si hay una empresa icónica de la «moda rápida», esa es Forever 21. Y por esa misma razón, se ha vuelto blanco de duras críticas de organizaciones medioambientales por los daños que provoca este tipo de negocio.

El «sueño americano»

Con la idea de ampliar su base de clientes, la compañía ha desarrollado varias marcas que apuntan a distintos nichos de mercado y tempranamente se embarcó en el negocio de la venta online de sus productos para no perder terreno.

Esas y otras estrategias le han permitido internacionalizarse, aunque este año anunciaron el cierre de sus tiendas online en China, por la intensa competencia que existe en ese mercado. La historia de los Chang suele ser puesta como ejemplo del «sueño americano».

Sin embargo, hay que decir que estos casos son las raras excepciones, dado que en la otra cara de la moneda, están las historias de inmigrantes que a pesar de su esfuerzo, siguen viviendo bajo duras condiciones.

Y el número de pequeñas empresas que no logran sobrevivir más allá de los primeros 5 años de vida (desde el negocio de barrio hasta las startups tecnológicas) supera ampliamente el 50%.

Con todo, los Chang siguen inspirando a miles de inmigrantes que han llegado a la primera economía del mundo con la idea de emprender. Aunque hoy, a diferencia de la década de los 80, la economía digital concentra la mayor parte de los nuevos proyectos de emprendedores jóvenes que intentan abrirse paso en el mercado global.