Para José Antonio Batista, profesor de Antropología y Sociología de la Universidad de la Laguna, “la crisis sanitaria, económica y social, unida a la falta de previsión de las administraciones competentes ante el aumento del flujo migratorio, ha provocado que ver personas tiradas en un muelle nos genere miedo en lugar de rabia o empatía”.
Alarma y miedo, temor y dudas ante las personas migrantes, son las reacciones que está generando el fenómeno migratorio en algunos países, según nos advierte la Encíclica Fratelli Tutti, sobre la amistad social y la fraternidad, y como lo expresa el profesor Batista, esa realidad es producto de varios factores que se han hecho presente en España específicamente en la reciente crisis migratoria de Canarias.
Para la Fratelli Tutti, es entendible o comprensible, que hayan dudas, temores o miedo ante las personas migrantes, pues ello responde al instinto natural de autodefensa de los seres humanos, pero advierte, que de no superarse esos temores y esas dudas, habrá entonces un enorme riesgo de convertirnos, aún sin darnos cuenta, en una sociedad cerrada, intolerante e incluso, racista.
En el Puerto de Arguineguin, Canarias, el orden social se vio interrumpido por el volumen de migrantes que en patera fueron llegando a las costas desde hace unos 3 meses atrás, pero que según afirman algunos vecinos, la crisis actual supera todo lo que han podido presenciar a lo largo de 26 años viendo llegar pateras; fue tal la cantidad de migrantes en situación irregular que llegaron al puerto, que la infraestructura disponible para recibirlos temporalmente fue superada significativamente generando hacinamiento que sin duda puso en riesgo la salud pública, más aún en estos tiempos de pandemia.
En este sentido y para hacernos una idea, algunos datos destacan que en una semana, Canarias recibió un total de 2.600 migrantes de forma irregular, lo que representa el total de migrantes que en forma irregular llegaron en todo el año 2019; por cierto, si consideramos que en Arguineguin hay un poco más de 2.300 habitantes, entonces podemos percibir que en un momento determinado hubo tantos migrantes como habitantes en ese Puerto.
La crisis migratoria en Canarias se agravó cuando autoridades públicas desalojaron a un grupo significante de migrantes del Puerto a los fines de bajar el nivel de hacinamiento, dejando a ese grupo a la deriva, sin protección, orientación y técnicamente, en la calle, hasta que el Ministerio de Migración decidió reubicarlos a los fines de garantizarles la atención básica y necesaria en estos casos.
Para el momento de este artículo ya el campamento en Arguineguin fue cerrado luego que el Defensor del Pueblo exigiera el cierre del mismo al Ministerio de Interiores.
En la crisis migratoria de Canarias, es fácil percibir los efectos del Covid-19 en la reacción de miedo de los vecinos, para algunos, específicamente para quienes hacen vida en el muelle, el desconocer si los migrantes estaban o no contagiados de Covid-19 les generaba inseguridad y en consecuencia miedo; para otros, como una vecina que está en situación de paro, la incertidumbre económica le llevó a afirmar que no tenía nada en contra de los inmigrantes, “pero si no hay para nosotros, cómo va a haber para ellos”.
El miedo, la alarma y el temor que está generando el fenómeno migratorio en algunos lugares, pueden ser considerados como muros culturales que se van construyendo, y que se unen a otros muros físicos que se han levantado particularmente en algunas fronteras de Europa buscando frenar la migración irregular y a los refugiados; en este sentido, la Encíclica Fratelli Tutti, nos advierte que si ese miedo o ese temor logra condicionar nuestra forma de pensar, entonces, aún sin saberlo, podría convertirnos en una sociedad cerrada, intolerante e incluso racista.
El Estado tiene un papel muy importante en la tarea por evitar que esos muros culturales condicionen nuestro pensamiento, para ello en materia migratoria, sus respuesta siempre deben adoptarse buscando un equilibrio entre lo legal, lo humanitario y los compromisos internacionales, procurando proteger a los vecinos y atender a quienes se movilizan forzosamente entre fronteras en los términos adecuados y reconociéndoles su dignidad como seres humanos.