La Medicina y el rugby son sus dos grandes pasiones. La primera le viene de familia. Sus padres son oftalmólogos y se crió en un entorno que despertó su curiosidad por la ciencia; aunque no fue hasta los 17 años cuando decidió que quería ser médico. El rugby llegó a su vida un poco antes, a los 14. Empezó a jugarlo en Inglaterra y le ha llevado, entre otras muchas competiciones, a los pasados Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, donde fue uno de los capitanes de la selección española de rugby7. Para entonces, a Ángel López, graduado en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, le quedaban sólo unos meses para presentarse al examen MIR.
“Nunca pensé en no ir a los Juegos. Sabía que si nos clasificábamos iba a estudiar poco. Tampoco se me pasó por la cabeza no estudiar el MIR después de Río. Aunque tuviera menos tiempo, tenía claro que lo iba a intentar”, cuenta el joven madrileño. Y así fue. El 1 de septiembre comenzó a prepararse el examen. Si bien este deporte le quitó algo de tiempo al MIR, le proporcionó otras herramientas para afrontarlo con confianza y serenidad. “Sin duda, el rugby y la Medicina son parecidos. Hay que entrenar mucho, durante mucho tiempo para ese examen o esa competición lejanos”, dice López.
El deportista asegura que confiaba mucho en él y en su capacidad para controlar la ansiedad, “al igual que la controlas antes de un partido”. Con esa premisa el día del examen consiguió su récord de preguntas acertadas y de percentil. “Hay gente que con 24 o 25 años, edades a la que se suele hacer el MIR, nunca se ha enfrentado a un reto tan importante. Yo lo había hecho muchas veces y sabía lo importante que era permanecer tranquilo y confiar en que todo iba a salir bien”, añade.
Tradición familiar
Todo fue tan bien que Ángel pudo elegir la plaza que quería y seguir, de paso, la tradición familiar. Se especializará en Oftalmología en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid. “Era mi primera opción. Si hubiera sido el número 1 del MIR, la elección hubiera sido la misma”, cuenta el madrileño.
El joven reconoce que ha tomado a sus padres como referente en la elección de especialidad, pero hay otras cualidades de la Oftalmología que han sido claves a la hora de decantarse por ella. “Es médico-quirúrgica, no trata a pacientes de vida o muerte, es muy resolutiva y te permite trabajar en el sector privado”, explica. En cuanto a la elección del hospital, el Ramón y Cajal es, a su juicio, “el mejor a nivel docente y científico”.
Para empezar esta nueva etapa, Ángel ha tenido que decir adiós al rugby. “Es cierto que dejo este deporte a una edad temprana, pero creo que es un cambio natural. El rugby ya ha pasado, me voy dejando al equipo en todo lo alto, y lo grande de la Medicina empieza ahora”, explica.
El joven madrileño imagina su futuro profesional ligado al de su hermana, estudiante de quinto año de Medicina, a quien también le gustaría especializarse en Oftalmología. “Quiero ser un oftalmólogo que ayude a la gente y, junto a mi hermana, poder complementarnos y seguir con la tradición familiar. Ese creo que sería mi objetivo más a largo plazo”, termina.