Empresa y familia: un binomio en positivo

La puesta en marcha de un nuevo medio de comunicación ya constituye por si mismo una consecuencia beneficiosa para cualquier sociedad libre, pues supone la posibilidad de trasladar pensamiento, opinión y alternativas de posicionamiento a los ciudadanos que tendrán un nuevo faro informativo que les ilumine a nivel personal y profesional. Por ello deseo agradecer a IberoEconomía la oportunidad de aportar un granito de arena desde el inicio de su nueva andadura y mi deseo de larga vida en el contexto de los medios de comunicación globales, que en el s.XXI ofrecen tan variadas opciones a los millones de lectores que cada día se informan a través de las redes digitales.

No es casualidad que este primer artículo y tratando de impulsar ese positivismo que IberoEconomía desea reflejar de España, sea la empresa familiar la protagonista que prime en este análisis, que refleja dos realidades paralelas del actual panorama socio-económico de nuestro país. La empresa familiar constituye un entorno seguro y proclive al desarrollo de la actividad empresarial con vocación de continuidad, como demuestran los datos que ofrece el Instituto de Empresa Familiar, reflejando la excepcional importancia de este activo en el conjunto general de la economía española.

Ni más ni menos que el 89% del total de empresas (1,1 millones) son de origen familiar, constituyendo el mayor índice de creación de empleo, con el 67% del empleo privado (6,58 millones de puestos de trabajo) y un 57% del PIB del sector privado. Además el 44% constituyen empresas de segunda generación, un valor añadido de continuidad en el tiempo que evidencia un buen hacer contrastado, sobre todo en estos tiempos de continuos cambios obligados de ocupación y panoramas futuros inciertos en lo referente al empleo.

Estos datos de España superan la media tanto de la Unión Europea como de EE.UU., tanto en los porcentajes sobre el total de empresas como del empleo privado. Una realidad muy positiva, más si tenemos en cuenta el actual despegue de la economía nacional, con ritmos de alzas interanuales del 3% y 14 trimestres consecutivos de crecimiento, con un 0,8% en el primer trimestre de 2017.

Es incuestionable el papel decisivo que la empresa familiar ha tenido en el desarrollo económico de España en las últimas tres décadas, aún atravesando las procelosas aguas de varias e importantes crisis económicas y políticas, pero apoyándose siempre en los factores de éxito que llevan a estas entidades empresariales a constituir un entorno fiable, destacando entre estos la continuidad temporal, la planificación a largo plazo, la calidad, la flexibilidad o la responsabilidad social.

No es menos cierto que nada se consigue sin sacrificio y mucho más si observamos como, en los recientes tiempos de involución financiera, debido a la situación de crisis de la economía nacional desde 2007, las empresas familiares han apostado decididamente por el mantenimiento del empleo aún a costa de reducciones severas de su propia rentabilidad, productividad o competitividad.

Los datos del Instituto de Empresa Familiar avalan lo anterior constatando en sus informes que las empresas familiares han pasado de 4,7 empleados por millón de euros facturados en 2007 a 5,1 empleados por este mismo concepto en 2013, durante los años más duros de la recesión económica. Y si a esto añadimos el menor ratio de endeudamiento y la mayor continuidad en el tiempo de las empresas familiares debemos alabar como muy positivos estos datos y poner en valor el modelo de empresa familiar.

El presente de la empresa familiar debe recibir el impulso por parte de las administraciones públicas que merece su importancia en el marco global de la economía española y deben precisarse las reformas que se reclaman y que no deben aplazarse por más tiempo, por mucho que la situación política de España no pueda garantizar por ahora que los tiempos de los administradores del Estado se adecúen a las necesidades de los administrados.

Una fiscalidad no confiscatoria, favorecedora de la entrada de capitales tanto nacionales como extranjeros en el tejido empresarial español, que asegure un crecimiento sostenido, la implantación de planes formativos a todos los niveles que respondan a las necesidades de los demandantes de empleo con las ofertas de los mejores candidatos, aumentando la calidad del capital humano disponible y la flexibilización del mercado de trabajo, que procure la eficiencia y la excelencia, aplicándose marcos regulatorios de las relaciones laborales que no supongan trabas futuras a los vínculos entre empleadores y empleados, adaptando la normativa laboral que precisan las empresas familiares sin la obligada dependencia actual para las pymes de los convenios sectoriales, han de constituir las propuestas presentes más reconocibles de este modelo de entidad económica empresarial familiar.

Y para concluir, el futuro de la empresa familiar será tanto más positivo cuanta mayor capacidad tenga para alcanzar el cumplimiento de sus principales retos estratégicos. Ajustar la dimensión apropiada de la empresa y controlar su crecimiento de manera acompasada, continuar profundizando en la innovación en todos los sectores que determinan la actividad empresarial, una adaptación continua a los marcos normativos y legales de la Unión Europea y por supuesto, en la era actual del mercado globalizado, impulsar el comercio exterior y no excluirse de los canales de la economía digital, la gran protagonista del futuro que ya está entre nosotros para quedarse y a la que deberemos dar un lugar privilegiado en nuestras estrategias empresariales, para no perder el tren que en España ha comenzado a circular de nuevo, a velocidad de crucero de crecimiento económico. Y esto es muy positivo.


José Mª Dorado. Directivo de Empresa de la Administración Local.

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