Antes de entrar en materia es menester aludir a uno de los tantos comentarios sobre la ineptitud moral del actual presidente de los Estados Unidos para ocupar ese cargo. Como es de público conocimiento, son muchos las destacadas personalidades que concluyen lo dicho, desde encumbrados empresarios que por ese motivo han renunciado al consejo asesor empresario, a historiadores de renombre inclusive su propio biógrafo, a senadores de su propio partido, a periodistas de muy diversos medios orales y escritos.
Se han referido a sus modales del todo impropios para la presidencia, a sus berrinches con la prensa al pretender echar de la Casa Blanca a críticos como si el inmueble le perteneciera, sus exabruptos respecto a jueces que emiten fallos en su contra, sus ofensas y “guerras comerciales” con gobernantes de países tradicionalmente aliados de Estados Unidos, su xenofobia, sus maltratos y reemplazos intempestivos con funcionarios varios incluyendo al director del FBI, al Secretario de Seguridad, dos de sus voceros y a su Jefe de Gabinete a lo que ahora se agrega el despido del Secretario de Interior, su abogado de mayor cercanía termina en la cárcel por mentir y concluye que “Trump no merece confianza” (el Presidente ahora lo llama “rata”, a lo cual el ex procurador federal y colaborador de Fox News Andrew McCarthy le recuerda que esa palabra es usada por la mafia para aludir a quienes confiesan la verdad a las autoridades). Mientras, está en marcha el proceso del Russiagate y también los alarmantes incrementos del gasto y la deuda pública que más que compensan la reducción de ciertos impuestos y determinadas regulaciones.
Cabe agregar a lo consignado que aquellos que apoyan al inquilino de la Casa Blanca por el mero hecho de haber reducido impuestos sin importarles los avasallamientos a la división de poderes y las antedichas extralimitaciones, me recuerdan a los indios sudamericanos en la época de la conquista española que por la entrega de espejitos de colores y otras chucherías se dejaban engañar vendiendo su libertad para someterse a instituciones esclavistas como la mita y el yanaconazgo.
En todo caso mencionamos aquí el caso de Rex Tillerson, el primer Secretario de Estado designado por actual mandatario (que más bien actúa como mandante), quien ha llevado a cabo una carrera descollante en el mundo de los negocios. Es ingeniero civil y antes de asumir esa cartera se desempeñaba como presidente del directorio y CEO de ExxonMobil, como es sabido la sexta empresa con mayor facturación del mundo. Pues bien, Tillerson luego de dejar ese cargo (tercero en la línea sucesoria a la presidencia de Estados Unidos) al ser malamente despedido por Twitter e insultado por Trump, ha sostenido desde prestigiosas tribunas universitarias, militares y empresarias que Trump le ha insistido “en reiteradas oportunidades encarar actividades claramente ilegales”, que “no respeta los límites de su cargo”, que “permanentemente hace afirmaciones que no se condicen con los hechos” y que “no comprende las ventajas del comercio libre”.
Es sabido que Estados Unidos viene sufriendo una marcada decadencia respecto a los valores y principios establecidos por los Padres Fundadores. Como he señalado en detalle en mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos, primero Woodrow Wilson, luego F. D. Roosevelt y finalmente Bush segundo contribuyeron al despeñadero, pero todos respetaban las formas lo cual no hace Trump.
También es sabido que el partido Demócrata se ha radicalizado con los Bernie Sanders, Beto O´Rourke y la propia Clinton pero eso no justifica apañar los desatinos de Trump, aunque debe precisarse que hay algunas manifestaciones de saludable reacción en el Partido Republicano al efecto de retornar a las tradiciones estadounidenses de respeto recíproco como, por ejemplo, es el caso del senador Jeff Flake quien categóricamente reniega del actual presidente.
Después de esta introducción telegráfica pasemos ahora a considerar el tema de las inmigraciones tan vilipendiadas y atacadas por Donald Trump y desafortunadamente copiadas por muchas de las oposiciones y de los oficialismos en varios de los actuales países europeos, en todos los casos imbuidos por nacionalismos y consecuentes xenofobias de distinto tenor.
Lo primero es decir que salvo los que permanecieron en África, todos los habitantes del planeta son inmigrantes incluso los mal llamados “pueblos originarios” que en verdad son inmigrantes originarios ya que sus ancestros se mudaron al continente a través del Estrecho de Bering cuando el nivel del océano era distinto al actual. Todos los seres humanos provenimos de África.
En segundo término es del caso recordar que la única razón para la subdivisión del globo terráqueo en naciones o países estriba en el peligro de concentración de poder que significa un gobierno universal. A su vez la descentralización interior en provincias y municipios mitiga el referido peligro. Es cierto que el mundo está hoy infectado de nacionalismos pero hay que prestar atención a los contrafácticos: imaginemos el abuso de poder con cualquiera de los gobernantes actuales al frente de una administración universal. Subrayamos el fundamento de la subdivisión del globo para resaltar que las fronteras no son asunto serio ni para consagrar barreras alambradas. El movimiento libre de personas y bienes es demostración de civilización, es decir, el entender las ventajas de dichos intercambios. No voy a volver sobre esas grandes ventajas pues ya he escrito mucho sobre esos asuntos en otras columnas, ensayos y libros, solo aquí subrayo lo atractivo de culturas abiertas (una redundancia puesto que culturas cerradas es una contradicción en los términos), lo cual implica un proceso infinito y renovado de donaciones y entregas en el que tiene lugar un proceso de selección y reselección de vestimentas, comidas, arquitecturas, músicas, lecturas y demás manifestaciones que enriquecen a las partes.
Tampoco voy a repetir aquí los argumentos que refutan la sandez de que los inmigrantes restan trabajo a los locales (independientemente de los casos en los que aceptan faenas que los nativos rechazan) puesto que toda expresión de labores que se ofrecen por menores salarios de los promedio equivale a incrementos en la productividad lo cual aumenta las tasas de capitalización que a su vez permiten mayores salarios e ingresos en términos reales. La línea argumental no difiere de la incorporación de bienes más baratos y de mejor calidad en contraposición al disparate que pretende defender la industria nacional, sobre lo cual también he escrito en reiteradas ocasiones. En un mercado laboral abierto no hay tal cosa como sobrante de trabajo (desempleo) puesto que no sobra aquél factor indispensable para prestar servicios y producir bienes.
Cuando aparece la robotización y demás factores tecnológicos se liberan recursos humanos y materiales para hacer otras cosas y satisfacer nuevos requerimientos ya que los recursos son limitados y las necesidades ilimitadas. Por su parte, los empresarios están interesados en capacitar al efecto de sacar partida de los nuevos arbitrajes. Por otro lado, si no hubieran nuevas necesidades que atender estaríamos en Jauja, situación irreal pero que sería una bendición. En una sociedad abierta el único rechazo y consiguiente condena es al que lesiona derechos de terceros, sea el responsable nativo o extranjero. Es curiosa la hipocresía que rodea estos asuntos, como cuando en misa católica se canta a voz en cuello “toma mi mano hermano” pero cuando irrumpen nacionalismos los inmigrantes pasan a ser enemigos y comienzan a utilizarse barrabasadas como la idea de “la raza” y “la sangre” sin percatarse, por una parte, que las características físicas exteriores son consecuencia del clima, por eso entre otras cosas los sicarios nazis tatuaban y rapaban a sus víctimas para distinguirlas de sus victimarios. Por otro lado, hay solo cuatro grupos sanguíneos que están distribuidos entre todas las poblaciones.
Hay un asunto que conviene puntualizar en este contexto y es la airada protesta debido al empeoramiento de las condiciones fiscales de un país cuando los inmigrantes se cuelgan de los sistemas de salud y educación mal denominados gratuitos (mal denominados porque nada es gratis, siempre algún vecino se ve obligado a entregar parte del fruto de su trabajo ya que ningún gobernante contribuye de su peculio). Esto así está mal planteado. Se equivoca de blanco. El problema no son los inmigrantes sino el también mal llamado “Estado Benefactor”, en este caso debido a que la única beneficencia propiamente dicha es la realizada con recursos propios y de modo voluntario. Si se arrancan billeteras y carteras para compulsivamente entregar recursos a otros, no hay beneficencia sino que se ha producido una exacción. En todo caso, dado que no resulta posible adoptar de modo simultáneo todas las políticas liberales que se requieren, se ha sugerido para que no se usen a los inmigrantes como pretexto que se les prohíba la utilización de esos “servicios gratuitos” y que no se les exija aportes de ninguna naturaleza para financiarlos compulsivamente, lo cual los convierte en personas libres tal como les gustaría a muchos que se ven forzados a aportar en direcciones que no prefieren.
Viene ahora una cuestión de especial interés en materia migratoria y es la referida a los musulmanes. En este sentido resumo parcialmente lo que he escrito antes donde incluyo referencia al último libro de José Levy – doctor en filosofía, corresponsal de CNN en Medio Oriente- en el que muestra que el tema no es de esa religión que igual que las otras dos monoteístas pretende la paz por lo que con razón dice el autor que resulta “equívoco” el nombre de “Estado Islámico” puesto que “es erróneo reconocer cualquier fenómeno protagonizado por musulmanes como representativo de toda su religión”.
Bien consigna el autor que “La religión musulmana, la cual en determinados siglos fue modelo de tolerancia hacia los otros credos, ya fuera durante la España musulmana o durante el Imperio Otomano, es ahora empleada de manera viciosa por extremistas que intentan transformarla en rehén de sus perversiones y valerse de ella como excusa para las actuaciones más siniestras” puesto que para “muchos musulmanes el Yihad es una guerra santa pero no de conquistas territoriales y muerte, sino interna, de esfuerzo y deseo de superarse espiritualmente”. Los terroristas entonces son criminales a secas, el mezclar religiones solo logra una llamarada de fanatismos incontenibles. Guy Sorman y Gary Becker sostienen que el Corán es el libro de los hombres de negocios debido al respeto a los contratos y la propiedad. Recordemos que en el 5:31 del Corán se subraya que el que mata a un hombre ha matado a la humanidad.
El fanatismo criminal en nombre de la religión no es patrimonio de los musulmanes, la única diferencia que los cristianos con la brutalidad de la Inquisición, las “guerras santas” en la conquista de América, las Cruzadas y el tratamiento indecente de judíos es que los cristianos se referían a “los herejes”, mientras que los que se escudan en el Islam llevan a cabo sus espantosas fechorías contra “los infieles”. Los judíos también han hecho lo suyo en su momento si recordamos, por ejemplo, el martirio de San Esteban.
Debemos tener en cuenta que la población mundial musulmana es de mil quinientos millones de habitantes y como ha repetido Salman Rushdie solo los gobiernos que comandan regimenes totalitarios pretenden secuestrar a sus habitantes de las normas de convivencia civilizada. El sheij de la comunidad islámica argentina Abdelkader Ismael- licenciado en teología y licenciado en ciencias políticas- en declaraciones recogidas por diversos medios, sostuvo que naturalmente cuando los terroristas de ETA o IRA atacan se los identifica como criminales pero no por las religiones que profesan sus integrantes, sin embargo, esto no ocurre con los musulmanes: “al criminal hay que llamarlo por su nombre y apellido y no por la religión a la que cree responder” puesto que “un musulmán verdadero jamás alienta a sus hijos a celebrar la muerte de otro ser humano”, pero de tanto repetir estereotipos se los terminan creyendo ya que “si siempre escucho tango, puedo creer que no existe otra música”. Es tiempo de no caer en la macabra trampa tendida por quienes usan las religiones para escudarse en sus actos criminales porque saben que con ello desatan pasiones irrefrenables.
Es de desear que quienes somos testigos del abuso e interpretación retorcida de religiones propiamente dichas no miremos para otro lado cuando no toca nuestras creencias porque con esta conducta del avestruz no solo se cometen injusticias muy graves sino que así perderemos nuestro derecho a quejarnos cuando toque el turno de atacar nuestros valores y creencias. La islamofobia, la judeofobia, la fobia al cristianismo, al budismo, los rechazos a deístas, agnósticos y ateos y demás manifestaciones de intolerancia solo prometen dolor y sangre.
En resumen, las corrientes migratorias deben respetarse y comprender sus beneficios. En la medida en que se asignen derechos de propiedad queda más claro quien contrata a quien, sin que en ningún caso se estimule la vagancia y la pretensión de tomar la vía pública como alojamiento.
Alberto Benegas Lynch