El fundador de la tienda de moda, situada en el corazón del barrio de Chueca, salió de Suiza para escapar de la monotonía y de Barcelona para huir de los efectos negativos del Independentismo.
Cristián Castro Abad tenía una vida con la que muchos soñarían: nacer en Suiza, dominar cinco idiomas y hasta tener un empleo fijo en el departamento de Alta Tecnología de una reconocida empresa. Son pocos los sueños que se podrían estar escapando, pero el joven español quería algo más. «Necesitaba un cambio en mi vida. Quería empezar de nuevo, tener nuevos retos y hasta poder mostrar mis tatuajes de forma abierta», asegura entre risas a IberoEconomía. Sin embargo, fue una decisión que se tomó muy en serio cuando decidió dejarlo todo para ir hasta Barcelona y abrir su propia tienda de ropa para mujer.
Amante del Rockabilly, decidió que su nuevo proyecto empresarial sería diferente. Así nació, desde hace tres años, ‘La fiancée du crocodile’. Una tienda que inicialmente se situó en el barrio gótico de la capital catalana, una localidad estratégica por el alto volumen de turistas que visitan la zona, así como por un ambiente muy familiarizado con el rock y las ‘pin up’. «Aunque no todos lo admitan, el 1 de octubre [elecciones independentistas] lo jodió todo. La incertidumbre hizo que muchos de los cruceros norteamericanos que llegaban a Barcelona fueran redireccionados y que decrecieran las ventas constantemente«, afirma Castro.
Convencido del daño que generará «un turismo más enfocado a la fiesta y el botellón«, comenzó el proceso para emigrar. «Me vine a Madrid porque siempre será Madrid. El barrio fue un poco más difícil de escoger, pero terminé en Chueca porque en Malasaña ya había muchas tiendas y está un poco sobresaturado«. La apuesta fue acertada, ya que «durante mi primer año en Madrid logré una facturación superior a cualquiera de los dos años que estuve en Barcelona«, puntualiza Castro.
‘La fiancée du crocodile’, que requirió una inversión inicial de 70.000 euros en Barcelona y de 50.000 euros en Madrid, ha logrado captar un público tanto nacional como turista. Todos con unas características en común. «Son mujeres que, además de ser muy femeninas, tienen una pasión por los años 50. No sólo hablo de las ‘pin up’, sino también de mujeres maduras que disfrutan de un estilo elegante y con estampados ‘old school’ e innovadores».
Para Castro es «fundamental que se fomente la producción y comercio local«. Por esto, cuenta con una amplia gama de productos y marcas españolas que se fusionan con las internacionales. Una de esas selecciones que son tan precisas que no sorprende que haya terminado formando parte tanto del mundo del cine como del teatro de Madrid. No obstante, el emprendedor admite que existe un pequeño aspecto que es fundamental para lograr la viabilidad económica del proyecto: «contar con un buen gestor».
«Al momento de emprender, hay muchas cosas oscuras. Falta claridad en los procesos y requisitos, lo que hace necesario contar con un gestor que conozca bien el sector y evite caer en situaciones que son perjudiciales para la rentabilidad del negocio».
Apoyar al retornado
Aunque Castro nació en Suiza, sus raíces son españolas. En concreto, vascas. Contar con dos nacionalidades le ha permitido comprobar en carne propia de que no existe ninguna diferencia entre el inmigrante que llega a emprender y el español que, tras vivir en el extranjero, quiere regresar a su hogar para empezar de nuevo e impulsar la economía. «No hay una normativa o una promoción del talento, tampoco ayudas para los españoles que quieren llegar para generar empleo», aclara.
Con tres años en el mercado no espera un cambio de la legislación para seguir creciendo. Por el contrario, ha puesto la mira en buscar una sostenibilidad económica que le permita contar con su primera empleada y comenzar un proceso de expansión por el territorio nacional. «Quisiera tener el tiempo de poder estar en distintas tiendas, abrir en aquellas localidades donde exista demanda o, incluso, dedicarme un poco más al sector del entretenimiento con espectáculos al estilo burlesque».