El Inca es considerado uno de los puntos de encuentro de la comunidad peruana en la capital española, un negocio que sueña con seguir creciendo.
El Inca es uno de los espacios más reconocidos para la comunidad peruana en Madrid. El restaurante de comida tradicional no sólo es el más antiguo de la capital española, sino que, además, ha renacido con la fuerza del Ave Fénix desde que tomó el control de los fogones y del negocio Magalli Ferrari, una peruana con el ADN emprendedor dentro de sus venas. “Lo mío es la creación. Me gusta el experimentar, ser creativa y, gracias a mi madre, desconozco el miedo a comenzar de cero”, indica a IberoEconomía.
Aunque su familia emigró a España durante 1966, reconoce que los lazos con su país de origen permanecen intactos. “Solemos viajar todos los años. Aún tenemos una parte de la familia viviendo en Perú”, matiza. Un vínculo que, desde Madrid, mantenían vigente al visitar El Inca, un restaurante que empezó su trayectoria en la oferta gastronómica de la ciudad durante 1973 y del que Ferrari tomaría las riendas en 2003. “El dueño se jubiló y decidió traspasar el negocio, me daba pena que un lugar tan simbólico pudiera dejar de existir, así que con la ayuda de mi tía decidimos adquirirlo”, recuerda la emprendedora peruana.
Cuando toma la decisión de salvar a El Inca, Ferrari ya se encontraba inmersa en su propia iniciativa empresarial. “Trabajaba en el sector de la vivienda. Tenía una franquicia de una inmobiliaria que me ayudó a afrontar los costes de la reapertura, ya que dedicamos cuatro meses a las obras de reforma y durante los tres primeros años fue necesario invertir unos 200.000 euros”, afirma. Como si el reto de liderar dos negocios no fuera suficiente, esta emprendedora latinoamericana también tuvo que enfrentarse exitosamente a un tumor en el cerebelo.
“Fue una época compleja en la que comprendí que tenía que desacelerar un poco”, cuenta Ferrari. En este sentido, cedió el negocio inmobiliario a un familiar para dedicarse a tomar las riendas de la cocina de El Inca. Uno de los grandes retos que ha tenido que afrontar es mantener su liderazgo ante la avalancha de competidores. “Cuando comenzamos, sólo había cinco restaurantes peruanos en la ciudad, ahora ya somos más de 180”, matiza.
A su entender, la tendencia responde al ‘boom’ migratorio registrado en los años previos, así como a la reubicación de muchos peruanos que, tras la crisis económica, perdieron sus empleos en el sector de la construcción. “Lo bueno es que Madrid es una ciudad única que nos permite tener un público para cada uno”, analiza Ferrari.
Una nueva etapa
El Inca ya no sólo es un espacio para la comunidad peruana, sino que ha abierto sus mesas para el público local, lo que ha permitido que el 90 por ciento de los clientes sean de origen español. “Tenemos a las familias peruanas que quieren seguir disfrutando de sus platos tradicionales, así como de los españoles que quieren probar los sabores de Perú; en especial, los del chupé de camarón, el ceviche y el ají de gallina”, aclara.
El restaurante, que ha logrado mantener ‘congelados’ sus precios durante los últimos tres años, reconoce que la crisis económica significó un parón que generó una reducción del 50 por ciento de las ganancias. No obstante, son optimistas con el repunte de la economía y de las oportunidades que tendrá El Inca en esta nueva etapa.
Su seguridad no equivale a que el sector gastronómico sea fácil para emprender. “Es un mercado muy competitivo. Es muy común observar establecimientos que abren y luego de dos o tres años se ven obligados a cerrar sus puertas. En este sentido, tengo que admitir que una de las claves del éxito ha sido tener una fuente alternativa de ingresos que me permitiera afrontar los primeros tres años de inversiones”, confiesa Ferrari. Ahora, con una mayor estabilidad, está preparando una ampliación de la plantilla del restaurante, con la incorporación de dos personas más al equipo.
La emprendedora peruana está convencida en que “El Inca seguirá ofreciendo sus platos en Madrid” y, aunque momentáneamente descarta reabrir el segundo local que tenían en la zona de la Plaza del Dos de Mayo por 2009, sí se plantea un salto generacional. “Tengo un hijo que es chef y, si bien ahora está en Alemania, estamos valorando la opción de que en algún momento asuma el liderazgo del negocio y mantenga vivo el restaurante peruano más antiguo de Madrid”.