Casi medio millón de personas en España llevan más de cuatro años sin empleo. Una cifra “preocupante”, coinciden los expertos consultados ponen de manifiesto que algo “no funciona bien” en nuestro mercado de trabajo.
El desajuste en la formación, la ineficiencia de las políticas activas de empleo o la discriminación por edad son algunas de las causas de este problema en un país cuya tasa de paro está estancada en el 13 % y el número de parados se sitúa por encima de los tres millones. Una situación enquistada, lamentan, que les aboca a opositar o a darse de alta como autónomo como única vía de escape.
“Diría que el problema del paro de larga duración en España al final no es más que otra manifestación de un problema subyacente mayor, que es el problema que tenemos con nuestro mercado de trabajo”, apunta el profesor de la Facultad de Económicas de la Universidad de Navarra, José Luis Álvarez. A su juicio, “tenemos más paro de larga duración, tenemos más paro juvenil y tenemos más paro femenino porque somos el país con una mayor proporción de parados”. “Es todo parte de una misma razón de ser y es que tenemos un mercado de trabajo que es claramente insatisfactorio”, recalca.
Y es que, aunque la creación de empleo se encuentra en máximos históricos -en los últimos meses se han superado los 20 millones de ocupados-, y el número de desempleados continúa descendiendo -hay casi 480.000 menos que hace un año-, el número de parados que llevan más de un año buscando empleo sigue aumentando y ya supera los 1,5 millones de personas.
“El paro de larga duración es una situación estructural del mercado laboral que no se corrige”, asegura Álvarez. Entre otros motivos, sostiene, “no hay un buen encaje entre la formación que demanda el mercado y la que tienen esas personas” y tampoco existe “una cultura de la formación continua”, mientras que las políticas activas de empleo “no funcionan” pues “no facilitan la reinserción en el mercado laboral”.
Casi medio millón de personas llevan más de cuatro años en paro
Los datos son más preocupantes si entramos en detalle. De estos 1,5 millones de parados de larga duración, cerca de un millón sumaban más de dos años en búsqueda activa de empleo y, de ellos, casi 500.000 eran parados que llevaban más de cuatro años en esta situación.
Es el caso de José María Picón. Este psicólogo de 44 años lleva en desempleo más de 11 años. “El último contrato que tuve fue en 2011 como formador profesional en un curso de atención sociosanitaria”, nos cuenta. Desde entonces, y a pesar de estar dado de alta en varios portales de empleo, no ha recibido ni una sola llamada, por lo que ha optado por prepararse el examen PIR – Psicólogo Interno Residente- “por pura desesperación”. Picón vive con su madre, y ella es la que se encarga de su manutención y ahora también del coste de la preparación de las oposiciones. “Es complicado, sí, pero bueno, intentamos mantenernos gastando lo imprescindible”, asegura, si bien la peor parte es “a nivel emocional”, lamenta, “porque a nadie le gusta depender de otra persona y suponerle un gasto extra”.
Según el director del Gabinete Técnico de Asempleo, Alejandro Costanzo, precisamente es el colectivo de los parados de muy larga duración el que mayores dificultades tiene para salir de esta situación. “Tu formación y tu experiencia se va quedando obsoleta y no te adecúas a lo que se pueda estar pidiendo ahora en el mercado laboral”, explica. “También son personas que requieren o que solicitan, por lo menos en una primera instancia, sueldos superiores porque acreditan una mayor experiencia y, por lo tanto, no quieren igualarse con perfiles poco cualificados o sin experiencia”, añade.
En el caso de Picón, nos cuenta que ha llegado a pensar en cambiar de sector, pero “los contratos en los que no es necesaria formación suelen ser muy precarios y luego están los que piden una experiencia que no tienes, principalmente porque no te llaman”. “Además me veo muy limitado en ese aspecto: allá por el 1995 trabajé de camarero, pero hoy en día no me veo con fuerzas para hacer eso; también tengo experiencia como teleoperador, pero los años que estuve trabajando en ello me dejaron de regalo un acúfeno persistente y un nivel de estrés muy elevado, así que no quisiera repetir la experiencia”, recalca.
Una situación agravada por la pandemia
Las últimas cifras recogidas por la EPA también ponen de relieve que, con el estallido de la crisis del coronavirus y el consiguiente parón de la actividad, el problema de los parados de larga duración se ha enquistado. “La crisis de 2008 fue un duro golpe para este colectivo; las listas siguieron engordándose hasta 2014, año en el que empezó a descender, pero la pandemia volvió a dar la vuelta a la estadística y el número de parados de larga o muy larga duración siguió creciendo”, explica Costanzo.
En concreto, los parados de larga duración se multiplicaron por ocho desde el inicio de la crisis de 2008 y llegaron a alcanzar los 3,5 millones de personas en 2013. A mediados de 2014 comenzó el descenso de estas tasas, hasta que en marzo de 2020 se recuperó la tendencia alcista de crisis pasadas. “Digamos que es un colectivo que cualquier tipo de desequilibrio que se produzca, tanto micro como macro, al final termina afectando de mayor manera que al resto”, añade.
Los que más sufrieron el estallido de la pandemia en el empleo fueron los menores de 29 años. Hace dos años, la cifra de jóvenes en desempleo durante más de un año se situaba en 243.900 personas. Hoy asciende a 288.900. “Sin experiencia, las empresas solo te llaman para hacer prácticas por un salario de 300 euros”, nos cuenta Esther Gómez, de 27 años, algo a lo que a día de hoy dice “no estar dispuesta”. “Me he vuelto a casa de mis padres en Cáceres porque vivir en Madrid, sencillamente, no me lo puedo permitir”, lamenta esta graduada en Administración y Dirección de Empresas, que se ha “resignado” a opositar con vistas a “poder optar a un empleo digno en un futuro”.
El de Esther no es un caso aislado. De hecho, «es lo habitual en los últimos años”, según explican desde el Consejo de la Juventud de España. “Personas que prácticamente han finalizado sus estudios, ya sea formación profesional o estudios superiores en torno a 2018 y que, antes de la crisis, enlazaban contratos de prácticas o contratos formativos, pero con el confinamiento sus oportunidades se redujeron a la mínima y, desde entonces, son los grandes olvidados”, apunta el responsable de Consejos, Participación y Voluntariado, Juan Enrique Gallo.
Una situación, recalca, que “obliga a los jóvenes a retrasar su proyecto de vida como individuo”, ya sea su emancipación o la decisión de formar una familia. Y es que, de acuerdo a sus datos, la edad media de emancipación en España es de 29 años y sólo un 15 % de las personas jóvenes vive de forma independiente a día de hoy en España. “Por lo que son datos bastante preocupantes si los unes también al desempleo”, sentencia el experto.
La edad, el mayor obstáculo
Aunque si hay un colectivo que sufre las consecuencias del paro de larga duración es el de los mayores de 45 años. Un total de 667.500 personas llevan más de un año en búsqueda activa de empleo y, de ellos, 372.700 tienen más de 55 años. Estos trabajadores tienen un mayor riesgo de ser despedidos a medida que avanzan en edad, tardan más en encontrar otro trabajo y se ven obligados a emprender cuando son expulsados del mercado.
Según los datos ofrecidos por la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), de marzo de 2017 a marzo de 2022, los autónomos varones de más de 45 años se han incrementado un 8 %, pasando de los 1.163.512 a 1.255.441; y el de las autónomas un 15,62 %, de 619.971 a 716.849. Un ejemplo es el de David Sánchez. Tiene 51 años y se define como un “autónomo obligado”. Tras dedicar 30 años de su vida a los Recursos Humanos, a los 45 años fue despedido y no tuvo otra opción que darse de alta como trabajador por cuenta propia para conseguir ingresos, pese a la mordida que se llevan los impuestos.
“Ser autónomo es lo peor en este país: cuando te das de alta, empiezas a pagar, tengas o no tengas trabajo”, puntualiza Francisco José, de 57 años, quien en cambio ha descartado esta opción desde el primer momento. En su caso, lleva cuatro años en desempleo, tras ser despedido de una productora de televisión donde trabajaba como cámara. “La realidad es que me despidieron por problemas de salud”, lamenta. En su caso, le detectaron un problema de próstata que le provocó problemas de tensión, de orina, mareos… “Estuve muchos días de baja y eso a las empresas no les gusta”, cuenta.
La doble discriminación a las mujeres
Esta discriminación es incluso mayor en el caso de las mujeres: no solo se les aparta de los procesos de selección por su edad, sino también por su sexo. Tere Coello lleva desempleada desde junio de 2019 y asegura que «ni haciendo el pino-puente» logra que le den una oportunidad.
Para ayudar a personas como David, Francisco José o Tere nació Generación Savia, un programa de Fundación Endesa que busca mejorar la empleabilidad de estos profesionales promoviendo iniciativas que provoquen un cambio de mentalidad. “Entendemos que, si queremos una sociedad competitiva, pero en la que se asegure la igualdad de oportunidades, debemos poner el foco en este colectivo para poner en valor todo su talento”, asegura el responsable de Proyectos de la Fundación Endesa (Generación Savia), Antonio Mera.
En su opinión, existen “algunos estereotipos” que se achacan a este colectivo como que la rigidez en el aprendizaje o la obsolescencia del mundo tecnológico, pero lo cierto es que “están totalmente alejados de la realidad”, pues es “un colectivo que lleva toda su trayectoria profesional adaptándose a los nuevos roles del mercado”. Por ello, desde Generación Savia apuestan “de una manera muy clara por la formación, por el networking o por el autoempleo”, con el fin de que los profesionales de 50 años “en ningún caso se desvinculen del mercado laboral de una forma que entendemos que sería completamente prematura e injusta”, subraya.
Un problema añadido para la Seguridad Social
La situación es “dramática”, sostienen desde Adecco. Y es que España concentra un 30 % de los parados de larga duración de toda la Unión Europea (UE), solo por detrás de Grecia (40,6 %), Italia (34,5 %) y Bulgaria (28,4 %); y cerca de duplicar las de Alemania (15,7 %) o Francia (14,5 %).
Lo cierto es que un elevado número de parados de larga duración implica un problema añadido para el sistema de la Seguridad Social, que pierde ingresos por cotizaciones y debe comenzar a pagar pensiones de forma muy temprana. El propio ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, reconoció que se trata de un problema de mentalidad en las empresas y apostó por «rediseñar un modelo con incentivos positivos para transferir ese conocimiento». “La evidencia empírica indica que el empleo de mayores de 55 y el de jóvenes no son sustitutivos, sino que generan sinergias; al igual que la incorporación de la mujer al mercado laboral tampoco dejó a los hombres sin empleo”, sentenció.