¿Se puede limitar el poder político?

España y Ecuador intercambian buenas prácticas para fomentar el empoderamiento de la mujer y erradicar la violencia de género.

La democracia occidental se erige como el modelo menos malo para desarrollar los potenciales de los ciudadanos de forma individual mientras se garantiza el crecimiento de un país en conjunto, como una sociedad.

Nuestras democracias se basan en derechos y deberes, libertades y límites, pesos y contrapesos y; sin embargo, a pesar de ser -a mi criterio- el mejor modelo para lograr la felicidad humana, asistimos a una disminución en su apoyo, a crecientes y cada vez más diversas amenazas a su funcionamiento sin que al parecer pudiéramos hacer nada para evitarlo.

Podríamos filosofar durante años, sin llegar a una respuesta acaso consensuada sobre las causas de esta situación, que se asemeja a la de un bote que va directo al precipicio.

Pero sí podemos identificar algunos puntos que nos ayuden a evitar esta debacle del sistema democrático occidental.

En primer lugar, está el individuo, cuyo desarrollo y crecimiento determinará el futuro de la sociedad. No cabe duda que es el individuo el centro de todo, de donde todo nace y en donde todo acaba -ya que es el receptor último de sus decisiones y acciones, tanto individual como colectivamente-.

Siendo el individuo la base o punto de partida, el segundo elemento es sin duda la educación; la aprendida en el hogar, llena de valores éticos y morales, que perfilan y desarrollan la actitud frente a la vida y las adversidades que esta trae consigo; así como la aprendida en centros educativos, que desarrolla y perfila las aptitudes individuales para que cada uno logre el mayor crecimiento posible de acuerdo a sus capacidades.

Un tercer elemento, es el marco de desarrollo y convivencia de los individuos; es decir, su sistema político, que afecta -para bien o para mal- a todos los individuos, sin importar su estatus social, religión, raza o peor aún, sin importar si participan o no de él. Nadie escapa de la política y menos de sus consecuencias.

El hecho de que este marco de convivencia que nos hemos dado como sociedad, sea determinado por los individuos, nos lleva a valorar la importancia del individuo y su educación. Esto explica por qué hay países donde se valora tanto la educación y otros no -ocho Leyes Orgánicas de Educación en España en apenas cuarenta años por ejemplo…-

Pero también nos muestra dónde está la oportunidad para trabajar y mejorar. En la política. Al respecto, se debe limitar estructuralmente el sistema político de los países.

No hablo sólo a nivel económico, -《tanto mercado como sea posible y tanto estado como sea necesario》-, me refiero a limitar la estructura política como tal.

Para esto, es necesario contar con individuos que tengan convicciones y valores probados, que entiendan la política como un trabajo de servicio a los demás, que vayan más allá de las limitaciones partidistas y trabajen con sentido común.

Hace falta políticos que demuestren su amor por la camiseta, no solamente a la del partido sino a la de la sociedad, a la de lo público. Que demuestren que creen en lo que hacen y en lo que dicen.

Debemos eliminar de la política aquellos personajes que sólo buscan quedar bien frente a los electores durante las campañas electorales, aquellos que sólo están para la foto, aquellos que; en definitiva, son nefastos para cualquier sociedad y país, porque sólo están en política por sus propios intereses.

Porque ¿qué confianza transmiten los políticos que cambian o modifican el sistema de educación pública pero llevan a sus hijos a colegios privados?  ¿Y los que cambian el sistema de salud pero van a clínicas privadas? ¿Y los que hablan de libertad, democracia y transparencia pero todavía hoy se reparten a dedo los jueces como quien se reparte un botín?

Y claro, nos topamos con la pregunta del millón ¿cuándo se ha visto que el poder político se vaya a limitar a sí mismo? Se han dado casos, y qué mejor ejemplo en España que nuestra Constitución, la transición y su espíritu de convivencia, ese que nos dio la mayor etapa de progreso y desarrollo y que hoy lucha por sobrevivir.

La ley debería estipular la obligatoriedad que todos los cargos de elección popular, así como sus cónyuges e hijos y, durante el tiempo de su mandato,  deban asistir tanto a la educación como a la sanidad públicas.

Jamás será la misma ley de educación o sanidad la que emane de un gobierno con una ideología determinada simplemente por ser gobierno; a aquella que deba ser presentada y aprobada por todos, sabiendo que la ley emanada afectará directamente a todos.

Por supuesto, este principio solo aplica para elementos que afectan directamente a todo un país y puedan garantizar su destino.

Se trata de fortalecer a los ciudadanos, limitando el poder, se trata de garantizar que solo los más aptos y los que tengan las convicciones más sólidas se dediquen a la política; de hecho, se trata de ayudar a aquellos que ya trabajan por mantener la solidez y la dignidad de las instituciones a que puedan seguir haciendo su trabajo.

Se trata, al final, de adaptarse a los tiempos para mantener la democracia que cuida y garantiza nuestras libertades y futuro como individuos y como sociedad.

La nueva conquista del oeste latinoamericano

Acerca de Daniel Lema Rincón 90 artículos
Politólogo, Master Seguridad y Defensa y en Adm. Pública. Gabinetes Estratégicos, Seg. Ciudadana y Campañas Electorales. Siempre me ha motivado ayudar a aquellas personas que lo necesitan, por eso, mi vocación me llevó al servicio público a través de la política; primero en España, luego en Venezuela.