Los «minijobs» o trabajos pequeños son empleos regulados en el mercado laboral alemán que progresivamente ha ido incorporando reformas relevantes.
Introducidos en la década de 1960 para dar cabida a la mujer en un mercado labora que exigía mano de obra, este tipo de empleo se planteó en 2003 con las reformas Hartz.
Entonces, la reforma de este tipo de empleo temporal, según las instituciones alemanas, suponía una herramienta para mejorar la eficiencia a la hora de encontrar empleo, recortar el gasto público en prestaciones a parados, incorporación al mercado laboral de trabajadores vulnerables -mujeres, parados de larga duración, inmigrantes o jóvenes- e, incluso, facilitó el aumento de la edad legal de jubilación, que pasó de los 65 hasta los 67 años.
Los «minijobs» son contratos temporales con remuneraciones no superiores a 450 euros, sin límite horario pero con un máximo de 70 días laborables al año.
Estos empleos se caracterizan, principalmente, por ser a tiempo parcial, poco cualificados y normalmente ligados a trabajos domésticos, de restauración o de comercio minorista.
Así, una de las grandes críticas a este tipo de flexibilización de empleo es que ciertos trabajadores sobrecualificados pasaban a formar parte de la temporalidad.
Eso sí, los datos defienden el milagro económico alemán en el empleo y aquella reforma laboral ha conseguido que la tasa de actividad pase de un 73,8% en 2005 a situarse en el 80% en 2020. Todo ello, manteniendo una distancia positiva sobre la media europea.
El «minitrabajo» sirve, además, para complementar los ingresos de personas en riesgo de exclusión social con las prestaciones sociales, siempre y cuando estas últimas sean inferiores a 160 euros. Eso sí, para complementar ambas rentas, Alemania exige aceptar ofertas de «minijobs» cuando aparezcan.
Del otro lado, para personas -en proporción, una mayoría de dos tercios femenina- que crean conveniente complementar su trabajo principal con unas horas extra, manteniendo la exención impositiva para el titular. También está el caso de las personas que quieren trabajar únicamente pocas horas.
Además de ocupar vacantes, recuperar mano de obra y mejorar la productividad, declarar más trabajadores con este tipo de contrato supone alejar a empleados de la economía sumergida.
Empleo y temporalidad
Las reformas Hartz nacieron a comienzos de siglo para dar empleabilidad a los grupos vulnerables. Especialmente y en plena crisis financiera en Europa, la incidencia sobre los parados de larga duración se hizo notable de forma positiva. En plena crisis, Alemania ya había descendido más de 11 puntos el desempleo en los parados de larga duración. Casi dos décadas después, estos miniempleos son, además, una puerta de entrada al mercado laboral para los jóvenes y los jubilados.
Pese a ello, la temporalidad germana es inferior a la media europea. Con 8,5 puntos sobre el total, la Unión Europea se sitúa superan el 10% y España se aleja con 20,1% en la ratio de contratos temporales.
¿Es bueno para los profesionales? Según el Instituto de Investigación del Mercado de Trabajo y el Empleo (IAB) de la Agencia Federal de Empleo (BA) en contra de lo esperado, los «minijobs» suponen sólo en contadas ocasiones un puente hacia un empleo sujeto a cotización y «los empleados permanecen con frecuencia en el segmento de los salarios bajos y trabajan en muchos casos por debajo de su nivel de cualificación».
Según el análisis del organismo alemán difundido la pasada semana, estos empleos sustituyen en Alemania en las pequeñas empresas de menos de diez empleados hasta 500.000 puestos de trabajo sujetos a cotización. Así, un «minijob» adicional en una pequeña empresa sustituye de media aproximadamente medio puesto de trabajo sujeto a cotización.
En particular, en 2003 la cifra de personas con un «minijob» como ocupación principal u ocasional subió de alrededor de cuatro millones a más de seis millones en el marco de la reforma laboral durante el gobierno del socialdemócrata Gerhard Schröder que introdujo la posibilidad de desempeñar una actividad ocasional de manera adicional al empleo regular.
En 2019 más de siete millones de personas en edad laboral desempeñaban un «miniempleo», mientras que durante al crisis del coronavirus, la cifra descendió hasta alrededor de los seis millones contabilizados en junio del año pasado. El aumento del número de personas con minijob habría sido aún mayor si no se hubiera subido la carga impositiva para este tipo de empleos, según el experto de IAB, Collischon.
Esta mayor carga fiscal para el empleador ha frenado el aumento de este tipo de trabajos sobre todo en pequeñas empresas con menos de diez empleados.
Alrededor del 20% de todas las empresas contaba en 2014 con trabajadores con «minijob», aunque la diferencia es considerable dependiendo del tamaño de las mismas. Así, en 2014 casi el 40% del personal en pequeñas empresas trabajaba con un contrato de «minijob», mientras que en las grandes firmas esta cifra se reducía a una media del 10%.
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