La juguetería lleva 14 años repartiendo los juguetes “de toda la vida”, esos que buscan la integración, el trabajo en equipo y la creatividad.
Un joven abre la puerta de madera. Una campanilla suena y el tiempo parece retroceder. En el interior de Kamchatka las estanterías están repletas de juguetes tradicionales, esos que se hacían tallando la madera, cociendo las telas y colocando rellenos de algodón. Es un espacio dedicado a la infancia de antaño, cuando en las manos de los más pequeños había peonzas en lugar de mandos de videoconsola. Un espacio mágico que nació hace 14 años en Madrid, de la mano de una psicóloga y un músico venezolanos, quienes querían “un negocio que compartiera nuestros valores”.
El entrañable proyecto surgió inesperadamente. Nathalie Rodríguez y Raimundo Nieves pensaban que su estancia en Madrid sería pasajera. “Teníamos previsto permanecer hasta que Nathalie terminase su doctorado en Psicología”, afirman a IberoEconomía. Sin embargo, la llegada de su primer hijo, Sebastián, hizo que decidieran emprender en el sector de los juguetes, llevándoles a convertirse en los socios fundadores de Kamchatka o, como ellos prefieren ser llamados, en sus ‘duendes’.
Con una inversión inicial de unos 15.000 euros, el matrimonio tuvo su primera tienda en el norte de Madrid, pero “siempre tuvimos el deseo de estar en un barrio histórico de la ciudad”, apunta Nieves. Por esto, después de ocho años desde su inauguración, Kamchatka da el salto al Barrio de las Letras, donde cuenta con seis años más de trayectoria, “con un entorno idóneo para la preservación de la cultura y de las tradiciones”, explican.
La juguetería se ha convertido en un espacio donde encontrar los clásicos juguetes de Alemania y Francia, así como de Suecia, Italia, Polonia, Hungría y Nueva Zelanda. “Son fábricas con una larga trayectoria en el sector. Nuestros productos más ‘jóvenes’ provienen de empresas que tienen 40 años de experiencia”, apunta Nieves.
Reaprender a jugar
“Los niños aprenden sobre interacción social a través del juego. Si cambiamos la forma de jugar, podremos cambiar el mundo”, afirma Rodríguez. Según explica, “los niños que están en contacto constante con la tecnología no adquieren todas las habilidades sociales que si se aprenden con los juegos tradicionales, como el trabajo en equipo, el cumplimiento de normas y el manejo de la frustración al perder”.
De ahí que la psicóloga, licenciada por la Universidad Central de Venezuela, considere que “los únicos países donde se están manteniendo esos valores es donde el acceso a la tecnología es más complejo”. En el caso de España, su esposo Raimundo recomienda seguir los pasos de Francia, donde una juguetería con más de 120 años de trayectoria ha sido reconocida como Patrimonio de la Cultura gala.
Kamchatka quiere ser uno de los impulsores de este cambio. Por eso, no sólo cuentan con los juguetes más tradicionales, sino también con aquellos que están diseñados para niños con necesidades especiales, con alguna discapacidad auditiva o visual, con autismo o con el síndrome de Asperger. “Hay juegos para niños y abuelos que permiten que mientras los más jóvenes adquieren habilidades, los mayores trabajan para conservarlas”, apunta Rodríguez.
Metas claras
Los ‘duendes’ de Kamchatka están satisfechos con la situación actual de su proyecto. Tanto que descartan la apertura de una nueva tienda o la creación de una franquicia. “Nosotros trabajamos para vivir y no vivimos para trabajar”, bromea Raimundo, quien después de cerrar la tienda trabaja como músico sin descansar, lo que le ha permitido estar en el escenario con artistas como Carlos Baute, Tamara, Ángela Carrasco o Buenavista Social Club.
“Somos antifranquicias”, reitera el matrimonio venezolano. A su entender, “es un modelo basado en el consumo en cantidad, lo que va en contra de nuestro modelo de negocio. Lo que nos diferencia a nosotros es la proximidad, la relación con el cliente y la asesoría que ofrecemos en cada momento para encontrar el juguete perfecto”. Es decir, un local cercano donde te sientas como en casa.
Con su hoja de ruta marcada, los creadores de Kamchatka tienen claro su próximo paso: “seguir haciendo las cosas como hasta hoy”. En pocas palabras, ser una encantadora tienda en el corazón del Barrio de las Letras, donde al entrar, una campanilla suena para viajar en el tiempo, convirtiendo en niño a cualquier persona entre los 0 y los 99 años.