Aunque el Producto Interior Bruto ha logrado escapar de la tendencia negativa, aún no cuenta con la fuerza suficiente para conquistar la confianza de los inversores.
Brasil escapa tímidamente de su recesión económica. El país latinoamericano ha logrado que su Producto Interior Bruto (PIB) creciera un 0,2 por ciento en el segundo trimestre del año, lo que representa su salida de la tendencia negativa registrada desde 2015. No obstante, aún hay dudas sobre la solidez del modelo financiero, lo que repercute en las inversiones del sector productivo.
Las cifras, emitidas por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, representan un aumento del 0,3 por ciento con respecto al mismo período del año pasado. Si bien el dato se ha recibido con entusiasmo, aún queda mucho camino para recuperar los casi siete puntos porcentuales perdidos entre 2015 y 2016.
Ante el crecimiento del PIB, el presidente Michel Temer ha apuntado que “estamos mostrando, a lo largo del tiempo, que Brasil crece y se está recuperando”. Mientras que su ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, ha asegurado que «la retomada de la actividad se fortalecerá en los próximos meses» y que la economía «entrará en 2018 con un ritmo fuerte y constante», que garantizará que «la expansión sea larga y duradera».
Para cumplir esta promesa, Meirelles argumenta que «las empresas están volviendo a contratar» y «la inflación baja y la caída consistente de los intereses contribuyen a la retomada del consumo familiar». Justamente, es el consumo familiar el que ha repercutido en un 60 por ciento sobre el PIB de Brasil. No obstante, el Gobierno tendrá que aumentar sus esfuerzos en lograr una mayor inversión del sector productivo, como uno de los motores clave para promover la economía y reducir los preocupantes índices de paro.