Cuando el 15 de septiembre de 2008 saltó por los aires uno de los mayores bancos de inversión del mundo, Lehman Brothers, colapsó al mismo tiempo y como si de una gran fila de fichas de dominó se tratara, una buena parte del sistema financiero occidental, provocando uno de los mayores terremotos económicos desde aquel infausto Great Crash de 1929. Antes, como ocurre siempre que va a producirse una catástrofe, las señales eran de una evidencia tal de que algo grave podía acontecer, que sólo la imprudencia o la impericia o ambas cosas a la vez de algunos gobiernos europeos, incluido por supuesto el de España, hicieron que se obviasen las urgentes medidas que debieron haberse adoptado para, al menos, amortiguar el golpe que estaba por llegar y que como casi siempre pagaría la parte más débil del sistema, esto es, empresa privada, trabajadores autónomos y clase media en general.
Si nos centramos exclusivamente en lo ocurrido en España cabe destacar el tremendo parón del sector inmobiliario a partir de septiembre de 2007, con el cierre del grifo hipotecario por parte de la mayor parte de las entidades bancarias, muchas de éstas cajas de ahorro que posteriormente hubieron de ser intervenidas por su pésima gestión y la evidente falta de control de los organismos públicos, cuya función de garantizar los ahorros e inversiones de los clientes fue escasa o nula y que provocaron un rescate posterior por parte del Estado de esas entidades intervenidas, que aún hoy lastra nuestros resultados económicos a nivel nacional y nos impone el cumplimiento de diversos compromisos de regeneración económica y restricción presupuestaria que son revisados periódicamente por nuestros socios de la Unión Europea.
A partir de aquella situación límite, la pasividad del gobierno español en la toma de medidas urgentes que amortiguasen el golpe de las crisis que se avecinaba, debido fundamentalmente a motivos electoralistas, arrasó a las clases medias en forma de una inmensa destrucción de empleo que situó las tasas de paro en cotas cercanas al 26% y trasladó a los contribuyentes la inasumible carga de un déficit presupuestario que llegó a situarse en
2009 en un 11,13%. Por supuesto, el pago de esa millonaria deuda que generó el desequilibrio entre ingresos y gastos la asumieron los sufridos ciudadanos en forma de impuestos, que en los años siguientes situaron la carga fiscal española entre las más altas de la Unión Europea, no sólo por las obligaciones que debimos asumir para ejecutar el rescate de las entidades bancarias más afectadas por el crash financiero, sino porque el equilibrio presupuestario de cada año se ha ido dibujando en base al aumento de ingresos, mediante la subida del IVA e impuestos especiales, la supresión de deducciones en el impuesto de sociedades y otros gravámenes complementarios en el IRPF.
Como ejemplo de la estrategia anteriormente descrita valgan los números de Eurostat, donde se comprueba que el gasto público en España hasta 2009, con la crisis económica ya en plena ebullición, continuó ascendiendo hasta el 7% del PIB, mientras la reducción de ese mismo parámetro de gasto público hasta 2014 se situó en el -2,5% del PIB.
A los datos ya mencionados y que nos recuerdan los errores cometidos en el pasado deben contraponerse las cifras del presente, que no sólo suponen la consolidación de medidas acertadas tanto a nivel fiscal como del mercado de trabajo y que demuestran la innegable fortaleza de España en los que se refiere a sus emprendedores y a las pequeñas y medianas empresas, verdadero motor de la economía nacional y que devuelve con creces en forma de empleo y de riqueza, las medidas que permiten oxigenar sus cuentas de resultados y acelerar una recuperación económica que ahora sitúa a España en cabeza de los países de la Unión Europea en crecimiento económico, con un 3,2% de PIB en 2016.
Es un hecho constatado que una importante cifra de trabajadores expulsados del mercado laboral durante el periodo de crisis económica, han optado por reinventarse, por reformular su capacitación profesional y por poner el marcador a cero mediante la creación de su propio puesto de trabajo a través del Régimen Especial de Trabajadores Autónomos. Los excelentes datos de paro del pasado mes de mayo, con un descenso de 111.908 personas, que sitúan el número de desempleados por debajo de la cifra de 3,5 millones, unido al aumento de afiliados a la Seguridad Social en 223.192 nuevos cotizantes, que suben la cifra total por encima de los 18,3 millones, suponen un nuevo impulso en la consolidación de la creación de empleo. Dentro de estos números se encuentran los 15.079 nuevos autónomos, que se lanzaron a una aventura laboral que en los últimos años ha supuesto una creación adicional de puestos de trabajo muy importante y que sitúa a este colectivo de trabajadores autónomos como punta de lanza de la recuperación del mercado laboral español.
Otro dato para la reflexión es el que nos sitúa ante la reducción de la deuda de familias y empresas del sector privado, durante el periodo de crisis e incluso en 2016, ya con la recuperación en avance, que en cuanto a las familias se refiere cerró ese ejercicio con un descenso interanual del 1,7%, en niveles previos a la crisis y que ha visto favorecida por la importante Caída de tipos de intereses y el abaratamiento de los créditos. De igual modo las empresas tuvieron un descenso interanual del 1% en sus niveles de deuda respecto de 2015. El viento a favor lo han impulsado, sin duda, las políticas de bajos intereses del BCE, que han llevado el Euribor a cifras negativas. En total, tanto familias como empresas, se están ahorrando unos 90.000 millones de euros en intereses respecto del máximo registrado
al iniciarse la crisis en 2007. Sin embargo, la prudencia aconseja permanecer atento a la evolución de tipos, que podrían sufrir incrementos en los próximos meses, por lo que el nivel de endeudamiento debe permanecer muy controlado para que no volvamos a incurrir en falsas euforias financieras que nos lleven a vivir situaciones de riesgo similares a las que hemos padecido en el pasado más reciente. Y entre todos los sectores que impulsan la recuperación cabe destacar dos de vital importancia, cada uno de ellos con sus peculiaridades, pero ambos muy ligados a la creación de empleo y de riqueza de las clases medias, aquellas que finalmente son las que impulsan el consumo y por ende, mueven el dinero si los gobiernos permiten que esté más en el bolsillo del contribuyente y sobre todo, se concede la libertad económica de decidir cómo, qué y cuándo invertirlo. Estos sectores son el inmobiliario y el turístico. El primero de ellos arrastró por el sumidero a cientos de miles de empleados al colapsar con el inicio de la crisis. La pérdida de empleos directos e indirectos arrastró las cifras de paro a niveles desconocidos hasta ese momento y expulsó del sector a una gran cantidad de empresas creadas en los tiempos de bonanza económica. La actual situación de regularización de las entidades bancarias, con unas condiciones más controladas para la concesión de préstamos hipotecarios en cuanto a los máximos aceptados en el nivel de endeudamiento personal y capacidad de ahorro de los clientes, unidos a los bajos tipos de interés, han supuesto un repunte del sector inmobiliario, con un reequilibrio entre demanda y oferta, que en general se ha traducido en la posibilidad de volver a generar opciones reales de compra, favorecido también por los descensos de precios de la vivienda, tanto nueva como de segunda mano.
Y el otro gran sector, impulsor de la recuperación económica española, sin duda es el turismo. A la ya reconocida capacidad de este sector para aprovechar todas las bondades de España, a nivel de clima, gastronomía, oferta cultural, excelentes playas, de infraestructuras hoteleras y comunicaciones, se ha unido la inestable situación socio-política y la inseguridad de los países del entorno mediterráneo, que ha hecho desplazarse el turismo de manera mayoritaria a España, cuyos niveles de seguridad han resultado optimizados con respecto a los de otros países de gran importancia para el turismo.
Ni más ni menos que 75,3 millones de turistas visitaron España en 2016 con un gasto cercano a los 77.000 millones de euros por este concepto. Ni que decir tiene la cantidad de oportunidades que se abren para todos los empleos ligados al sector turístico, bien de manera directa así como adicionalmente en otros muchos sectores que influyen decisivamente para el desarrollo del turismo a nivel nacional.
Como conclusión, debemos esperar que el futuro en España ofrezca oportunidades de crecimiento ligadas necesariamente a la recuperación que en estos últimos 2 años parece consolidarse. Las medidas que se adopten por parte del gobierno deben ayudar e impulsar la creación de empleo, de nuevas empresas, facilitando los trámites para no dilatar innecesariamente la apertura de nuevos negocios, de nuevos proyectos de inversión económica, siempre con la vista puesta en los verdaderos protagonistas de la puesta en marcha de la locomotora económica de nuestra nación, esto es, aquellos que cada día con su esfuerzo crean riqueza, empleo y futuro, que no son otros que las pymes y los autónomos, los grandes hacedores de la recuperación española contra viento y marea.
José Mª. Dorado
(Directivo de Empresa de la Administración local)