¿Cuánto tiempo necesita Europa para dejar de comprar gas a Moscú?

gas

Entre los debates que ha abierto el conflicto bélico en Ucrania figura el relativo a la dependencia de Europa del gas que compra a Rusia.

Moscú exporta en torno al 43% del gas del mercado mundial y un 72% de esas exportaciones van a parar a manos de las principales potencias europeas. De hecho, la utilización del gas como herramienta de presión por parte del Kremlin viene ocurriendo desde mucho antes del inicio de una ofensiva a gran escala en territorio ucraniano y se ha traducido en un aumento del precio de la energía que golpea de lleno a los consumidores.

El martes, la Comisión Europea presentó una propuesta para reducir dos tercios las importaciones de gas ruso este año y lograr así poner fin a la dependencia de los combustibles fósiles rusos para 2030.

La UE considera que ha llegado el momento de poner freno a la compra masiva de gas ruso y presentará una iniciativa legislativa con el objetivo de aumentar las reservas de gas al 90% antes del 1 de octubre para garantizar así el suministro del próximo invierno.

Países como Italia han fijado su objetivo en un plazo mucho más corto. El ministro de Transición Ecológica italiano ha indicado esta semana que su país busca la independencia completa del gas ruso en un plazo entre 24 y 30 meses. Ahora bien, ¿es viable este planteamiento? ¿Cuánto tiempo necesitan los países de la UE para poner fin a la compra de gas ruso?

«Es difícil determinar para cuándo se puede conseguir. Para el 2030 me atrevería a decir que sin ningún problema, respecto a plazos más cortos, dependerá de si podemos encontrar socios que nos puedan suministrar gas de manera alternativa», expone José Manuel Muñoz Puigcerver, profesor de Economía Internacional en la Universidad Nebrija. De hecho, las negociaciones ya están abiertas con países como Venezuela, Qatar, Estados Unidos, pero, advierte: «el gas que podemos importar de estos países seguramente tampoco va a suplir todo lo que recibimos de Rusia».

El «error estratégico» de Europa en la política energética

Tras la crisis generada a raíz del conflicto en Ucrania, «es evidente que vamos a cambiar, pero va a costar mucho dinero, y va a necesitar mucho tiempo«, explica Francis Ghilès, investigador asociado del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB).

«Cuántos años necesitamos para diversificar no es la cuestión, es decir, vamos a diversificar, pero dar fechas y cantidades hoy no sirve de nada«, añade el experto, que opina que Europa no ha tenido una política de gas «inteligente» desde hace muchos años. «La posibilidad de diversificación es una cuestión que existe desde hace más de veinte años y no hemos hecho mucho en ese tiempo para no depender de Rusia. Esta dependencia es un error estratégico monumental, no hay otra explicación», dice.

De hecho, tal y como puntualiza Ghilès, la producción doméstica de gas de la UE se ha reducido considerablemente en los últimos diez años. Mientras que en 2010 cubría un 53% del consumo, ahora solo cubre un 42%. «Es mucho menos a raíz del cierre de los campos de gas de Holanda», añade en referencia a la central de Groningen, cuyo cierre total está previsto para 2030 por riesgo de terremotos, aunque el gobierno holandés no ha descartado un cambio de rumbo en caso de emergencia ante la situación actual.

Un aspecto a tener en cuenta es que no todos los vecinos europeos compran gas a Rusia al mismo nivel. Entre los más dependientes, con porcentajes superiores al 80%, se encuentran Letonia, República Checa, Eslovaquia o Hungría; seguidos de países como Alemania (65,2%), que pese a haberse comprometido a comprar gas natural licuado de Argelia, en los últimos años ha preferido apostar por la mejora de las relaciones con Rusia avanzando en el gaseoducto Nord Stream 2, ahora paralizado. A la cola están otros como Francia o España, que aunque con ello no se libran de las oscilaciones del mercado, han reducido notablemente su dependencia diversificando el origen de sus importaciones.

¿Y si es Rusia la que corta el suministro?

Más allá de las fronteras de la Unión Europea, la presión sobre Rusia se eleva desde grandes potencias como Estados Unidos, que anunció este martes que prohibía las importaciones de gas y petróleo ruso. Reino Unido dijo que reduciría la importación de petróleo de Rusia hasta dejar de comprarlo a finales de 2022 y afirmó estar «explorando opciones» para dejar de importar también gas desde Moscú.

El vicepresidente ruso, Alexander Novak, por su parte, aprovechó un discurso televisado para lanzar una amenaza directa a Berlín y mencionó la posible imposición de un embargo sobre el tránsito de gas a través del gasoducto Nord Stream 1.

Además, Rusia ha firmado un decreto de «medidas especiales» en el que autoriza al ejecutivo ruso a prohibir las exportaciones de productos y materias primas que estará vigente hasta finales de 2022. La lista de productos será publicada en los próximos días. 

Asimismo, Novak subrayó durante su intervención que con sanciones mutuas sobre el gas “nadie gana”, aunque, dijo, son los políticos europeos los que “están empujando hacia ello”. Europa tiene una población que abastecer y Rusia ha iniciado una guerra que debe financiar, por lo que, ¿cómo podría afectar a su economía apostar por un corte del suministro de gas?

«Rusia exporta en torno al 40% del gas que importamos en Europa, por lo que perdería a su principal cliente», explica Muñoz Puigcerver. «Llevamos dos semanas de guerra y parece que Rusia ya está teniendo serios problemas para pagar deuda a corto plazo, es decir, que las sanciones que estamos imponiendo, por lo menos en lo económico y financiero, están dando resultado». Precisamente, las medidas económicas impuestas desde occidente pretenden impedir la financiación del conflicto, por lo que cortar el grifo del gas supondría un duro golpe a su propia economía. «La única posibilidad que se me ocurre para que Rusia pudiera solventar esa falta de venta de gas es tratar de vendérselo a China», añade el experto.

Más allá del conflicto sobre el terreno, se está librando una «guerra energética» y estamos hablando «de un producto con una demanda completamente inelástica», que a corto plazo no tiene un sustituto fácil. «Ahora Europa va a perder más, pero en el medio y largo plazo, si esto se mantiene, va a perder mucho más Rusia, sin ningún tipo de duda», dice Muñoz. La dependencia de combustible ruso hace muy difícil prescindir de él y encontrar alternativas, lo cual, por el momento, supone una ventaja para Rusia. Este es el motivo por el que, «a pesar de tantas sanciones, seguimos comprándole gas, porque, al menos por ahora no hay prácticamente alternativa».

Según Muñoz Puigcerver el nivel de reservas de la UE le permitiría aguantar, aunque no recibiera gas ruso, «aproximadamente dos meses», lo cual no sería una mala noticia teniendo en cuenta la cercanía a la primavera y la consecuente reducción del consumo energético que trae consigo el buen tiempo.

El experto ve difícil alcanzar el nivel marcado por la UE del 90% de aquí a octubre, pero reconoce que el nivel de reservas «no es tan malo como lo era, sin ir más lejos, hace un año». Según Bruselas, con el gas licuado comprado en su mayoría a Estados Unidos, la UE puede ser independiente del gas ruso hasta el final de este invierno. En verano, será necesario llenar de nuevo las reservas.

Garantizar el suministro e invertir en infraestructuras

Por un lado, nos enfrentamos al límite de la capacidad de producción a nivel global. El presidente de Catar, uno de los principales países exportadores de gas, ya advirtió que «ningún país» puede remplazar el volumen que exporta Rusia.

Además, muchos de los contratos a largo plazo ya están en marcha. Por otro lado, hay que tener en cuenta la cuestión técnica, es decir, si realmente Europa cuenta con la infraestructura necesaria para llevar a cabo los procesos de regasificación necesarios si queremos importar gas licuado.

En ese caso, España podría jugar un papel clave al tratarse del país europeo con más plantas de regasificación de Europa, seis en total. Así, el gas licuado, transportado en buques desde países como Estados Unidos, podría convertirse de nuevo en gas en las plantas españolas para ser distribuido al resto de Europa. Ahora bien, para esto también hace falta inversión en infraestructuras.

«Ahora mismo el gaseoducto que conecta con Francia no tiene demasiada capacidad y dependemos de él para llegar al resto de países», expone Muñoz Puigcerver.

«Francia hace veinte años que no quiere aumentar la capacidad de este gasoducto para proteger su industria nuclear, así que España tiene mucha capacidad de regasificación que no es utilizada», añade Gilès, que considera que la utilización de las plantas españolas no solo beneficiaría a España y Francia, sino también a Argelia, principal proveedor de España, donde se podrían explorar y desarrollar nuevos yacimientos de gas.

Gilès vaticina que se tratará de un proceso largo en el que la clave residirá en una negociación estratégica por parte de Europa en el camino hacia la búsqueda de nuevos proveedores. «El gas y el petróleo son productos estratégicos, no solo comerciales. Se debe discutir y no se va a hacer en uno o dos meses porque son aspectos complicados.»

La crisis en Ucrania pone de manifiesto la necesidad europea de impulsar las energías renovables como vía para erradicar la dependencia económica de terceros países. «No se va a conseguir de la noche a la mañana, pero Europa ha hecho una apuesta decidida por las renovables, que podrían paliar en gran medida o casi erradicar la dependencia económica que tenemos respecto a otros», explica Muñoz.

Mientras tanto, la subida en el precio de la energía que ya estamos experimentando es inevitable, al menos sin pasar por una reforma del sistema europeo. «Tenemos un mercado eléctrico que penaliza mucho la utilización de energías contaminantes, especialmente el carbón y el gas, por lo que se hace difícil pensar que vamos a poder paliar el efecto en los precios de la energía», concluye.

Bruselas propone una reserva de gas obligatoria a los países de la UE